Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Un cuarto de hora

16/12/2024

No sabemos si la idea le va a hacer mucho tilín al Ayuntamiento, pero el caso es que la Federación de Empresarios del Comercio, FEC para los amigos, quiere que se estudie la fórmula para convertir Burgos en una 'ciudad de quince minutos', audaz concepto urbanístico según el cual los vecinos de una urbe civilizada no deberían tardar más allá de un cuarto de hora a pie o en bicicleta en ir a la oficina, llevar a la prole al colegio o acudir a la consulta del médico a que le miren la tensión. No es que los comerciantes quieran poner patas arriba nuestro suelo bendito y liarse a demoler edificios para construir otros nuevos, sino que se trata más bien, si uno ha entendido algo, de readaptar los espacios públicos para hacer posible un área urbana más cómoda y más saludable, con un estilo de vida basado en la proximidad y en la que se reduzca el uso del transporte privado.

Esto de propiciar microciudades de dimensiones humanas dentro de una misma ciudad no debería, en principio, suscitar resquemor alguno, pero resulta que la idea, nacida hace diez años en París, ha hecho bramar de ira en los últimos tiempos a la ultraderecha y a los ciudadanos más inclinados a toda suerte de negacionismo. La ciudad de quince minutos ha sido tachada en algunos puntos de Europa de constituir un plan para prohibir que la gente salga de sus barrios y, según sus críticos más hiperbólicos, de un complot comunista para controlar a la población.

Por descontado, Vox (partido adelantado del desmantelamiento de carriles bici en varias ciudades españolas) despachaba recientemente los tan traídos y llevados quince minutos como una medida para restringir la libertad ambulatoria de las personas, y también el PP, al menos en Madrid, recela de un «modelo planificado para ejercer el control sobre la vida de la gente». 

A uno, que es como es, lo de tener a mano los servicios públicos le parece de perlas, aunque estima que, si de progresar se trata, tales servicios se deberían acercar a los ciudadanos en más de un sentido. Porque, claro, si después de caminar un cuarto de horita hasta el Ayuntamiento hay que pegarse media jornada al raso para conseguir un certificado de empadronamiento, estaremos lejos de mejorar nuestra calidad de vida, y muy cerca de pillar un constipado de aúpa.