Decir que la industria genera riqueza y desarrollo social puede parecer una afirmación de Perogrullo, en otras palabras, evidente o comúnmente sabida. Pero no está de menos descender a los números para justificar esta realidad y, sobre todo, para buscar fórmulas que la potencien. Con este propósito podemos tomar como ejemplo dos de las áreas urbanas más industrializadas de España, que son Burgos y Vitoria.
Siendo ambas zonas urbanas de tamaño medio, 283.000 habitantes en Vitoria (24ª del país) y 201.000 habitantes en Burgos (36ª), contabilizan una aportación de la industria al valor añadido bruto de sus economías superior al 30% (2ª y 3ª posición nacional respectivamente), mantienen un porcentaje de personas empleadas en la industria superior al 20%, disponen de los ratios de suelo industrial más elevadas del país, superando los 100 m2/habitante, disfrutan de ratios de desempleo reducidos (en torno al 8%) y el nivel de cualificación de sus empleados es muy elevado (en torno al 30% tienen estudios superiores) en línea con ciudades como Barcelona o Bilbao y por encima de Madrid o Málaga. Este elevado posicionamiento industrial tiene sus claros efectos positivos en la sociedad, ya que ambas zonas cuentan con una limitada presencia de población con renta baja (9,8% en Burgos y 12,33% en Vitoria) y de los mayores porcentajes de población de renta alta (28% en Burgos y 35% en Vitoria).
Todos estos datos, recogidos en un estudio publicado por la Universidad de Burgos y la Fundación Caja de Burgos, demuestran que contar con programas de impulso a la industrialización genera espacios de mayor desarrollo económico y menor desigualdad social.
¿Pero cómo conseguimos impulsar la industria en un territorio? Evidentemente la respuesta no es obvia ya que se trata de un sector económico tremendamente competitivo y necesitado de recursos humanos, financieros y tecnológicos de muy alta capacidad, así como de un tamaño mínimo y de economías de concentración, es decir, de un número amplio de medianas empresas relacionadas entre sí. Pero, en cualquier caso, sí que existen ingredientes que debidamente implementados deben ofrecer a medio y largo plazo resultados positivos a la hora de incrementar el peso del sector secundario. Y estos ingredientes los podemos aunar en tres grandes grupos:
El primero es el conjunto de iniciativas tendentes a lograr que nazcan y crezcan empresas de ámbito industrial. Para ello no solo es necesario que partamos de una formación, ya sea en la universidad o en los centros de formación profesional, muy ligada a las necesidades industriales, sino que logremos poner en marcha proyectos que ayuden a que estas personas cualificadas constituyan sus propias empresas en sectores de alta intensidad tecnológica. Con ese objetivo deberemos proveerles de una adecuada tutorización, así como de recursos financieros; y a la vez fomentando un ecosistema de emprendimiento que les ayude a compartir y a hacer crecer sus proyectos. Además, impulsando el nacimiento de industrias locales conseguiremos mantener sus centros de decisión en nuestro ámbito y, por tanto, la apuesta por la innovación.
El segundo debe estar enfocado a captar y atraer industrias innovadoras. Para esto se debe contar, en primer lugar, con suelo industrial a precio reducido y que tenga acceso a infraestructuras que faciliten la competitividad y la sostenibilidad de la industria a instalar, ya sean estas redes eléctricas de suficiente potencia, redes de calor o conexión con parques eólicos o fotovoltaicos cercanos. Con todo ello, junto con herramientas financieras y acceso a mano de obra cualificada, las probabilidades de atracción de industrias crecen sustancialmente.
Y el tercero, y no menor, es generar infraestructuras de comunicación y transporte que junto con servicios propios de nodos logísticos impulsen las exportaciones, así como la internacionalización de la industria instalada para ayudar a su crecimiento. En un mundo como el actual, no tener acceso a redes ferroviarias eficientes o a servicios aduaneros adecuados limita considerablemente el potencial de crecimiento de nuestras industrias.
Por tanto, ingredientes para la receta existen y son conocidos, aunque más difícil es que se implanten con los suficientes recursos y con visión de largo plazo, algo totalmente necesario en una planificación de desarrollo industrial que quiera tener éxito.
De lo que debemos ser conscientes es que si no lo abordamos nos habremos dormido en los laureles y ya sabemos a lo que nos arriesgamos.