Blanca García Álvarez

De aquí y de allí

Blanca García Álvarez


El Císter no conoce a Puigdemont

20/01/2025

Este frío que congela las tierras, nuestros pies y las ofrendas a San Antón me pilla saliendo de un monasterio cisterciense. Puede ser el románico palentino, el canto gregoriano o que mi teléfono tuviera menos utilidad que una piedra, pero en las últimas 48 horas esta veintena de monjes me ha dado cierta envidia.

Si fuera capaz -que no lo soy- de estar callada y dormir menos de ocho horas preferiría su silencio y la reflexión sobre qué somos, a dónde vamos y si existe algo más a estar preocupada por quién es o dónde está Carles Puigdemont, con quién se reúne y, sobre todo, por unas cuentas de todos secuestradas por unos pocos. 

Ellos estarán despiertos cada día a las cuatro de la mañana, pero a cambio no tienen que aguantar paripés, sinsentidos y cobardes. Tampoco en sus claustros y prados hay historias sobre invasiones en Groenlandia, prohibiciones de redes sociales extranjeras o altos al fuego que se rompen antes de dejar el bolígrafo usado para firmar encima de la mesa y en los que no cuentan 40.000 muertos por el camino. 'Ora, labora e ignora' siguen algunos como norma.

Silencio, frío y desconexión.  Una receta que se combina con rezos a horas intempestivas. Pero a todo se hace uno menos a seguir el ritmo de una actualidad que barre y a un mundo en el que, personalmente, no sé a qué agarrarme.

Quizás soy yo que tengo cierta debilidad por aquellas personas que han descubierto lo esencial y son capaces de vivir a un ritmo que les permite explotarlo al máximo, pero cada día tengo más claro que, como Mafalda, yo también pediría que parasen el mundo para poder bajarme.

Ya que mi vocación monacal es inexistente porque, entre otras muchas cosas, lo paso mal con el frío, no conozco el silencio y me gusta la morcilla, me parece mejor opción que encerrarme en un convento que cambie el resto del mundo. He aquí mi petición: dejar de dar bombo a lo que no lo tiene y omitir al imbécil. Una receta que no seguirá la regla de San Benito, pero sí la de vivir más tranquilo en un mundo poco cuerdo.

ARCHIVADO EN: Carles Puigdemont