Yo ya me he resignado. El fútbol, seguramente el deporte más popular, más instalado desde siempre en el pueblo, el que más cala en todos los estratos sociales… es cada vez más un deporte para los ricos, y no lo digo por los crecientes precios de las entradas en los campos de fútbol de nuestro país, que esa es otra, lo digo por lo de Arabia. ¿Motivo para exportar nuestro deporte y hurtárselo en directo a los aficionados de toda la vida? Sólo uno, el mismo que lleva a cada vez más futbolistas a jugar allí, el dinero. Pero ojo, que no es sólo el fútbol, ahí está la Fórmula Uno, las motos, el Dakar, el atletismo, el balonmano, hasta la Euroliga de baloncesto que jugará su próxima Final Four en Abu Dabi… Tampoco todos los países son iguales, no todos coartan los derechos humanos de la misma manera.
Se me hace bola que el fútbol, el deporte en general, pero, no nos engañemos, la vida, esté tan condicionada por el dinero. Así es el capitalismo salvaje en el que vivimos. Y seguramente ni siquiera es justo señalar al deporte y al fútbol en particular como el único sector que se pliega ante el esplendor de la opulencia árabe. El afán por el enriquecimiento, por ejemplo en Los Ángeles, ha llevado a una repugnante subida de precios de los alquileres. ¿Se te ha quemado la casa? Pues si quieres otra, como hay mucha demanda, prepárate. ¿Ni una pizquita de humanidad queda? ¿Sólo amasar y amasar?
Me inquieta darme cuenta de que algún resquicio de mí incluso entiende que debe ser muy difícil decir que no a los petrodólares. Demasiada tentación. Prefiero ni preguntarme qué haría yo ante una oferta de muchos ceros. Mucho talento español de muy diferentes sectores sigue haciendo las maletas seducido por sueldos que aquí no se pueden ni soñar.
Fue el 'malvado' Rubiales, con la ayuda de Piqué, que se lleva cada año 4 millonacos, quien firmó este contrato para que nuestra Supercopa se llevara a un país donde demasiadas personas carecen de muchas libertades. Pero Rubiales ya no está, y el nuevo jefe, Louzán, se muestra encantado por la posibilidad de ampliar el acuerdo otros cinco años más. Todo por la lluvia de millones con la que no sólo se forran los clubes, y Piqué, también riega de dinerito a nuestros clubes modestos. Y eso sí nos toca el corazoncito. ¿En su lugar nosotros diríamos no? Quiero pensar que sí, pero francamente prefiero no verme en la tesitura de tomar esa decisión. Que, claro, luego hay que competir con los dineros a espuertas que manejan los City, PSG y compañía… Y hay que pagar a los futbolistas, y nos gustan los buenos. Y no son baratos, cada vez menos.
Y es verdad que lo montan bien, oiga, no escatiman, menuda fiesta de fuegos artificiales adornó la victoria con manita de los culés. Y, qué sillones a modo trono mullidito se gastan en la zona noble del estadio.
Ahora quieren llevar allí la Supercopa Femenina. ¡Buf! No serán ellas quienes decidan, serán los clubes y la Federación, imagino. Pero casi estoy convencida de que, si eso es así, ellas no dirán que todo es maravilloso y sí alzarán la voz. Serán más valientes.
Porque se vende bien la excusa de que jugar allí ayuda mucho a mejorar la vida de las mujeres. Y es verdad que vimos a niñas salir de la mano de los futbolistas y que hay programas de fútbol gracias a los que las niñas empiezan allí a jugar al fútbol. Y seguro que con esto del sportswashing, el blanqueamiento de imagen que estos países hacen a través del deporte, algo queda. Pero que se lo pregunten a las esposas de los futbolistas del Mallorca, aterrorizadas ante una situación de acoso e incluso tocamientos intolerables a la salida del estadio. Y desprotegidas. En el momento, y después. Pero claro, con lo que pagan, decirle allí al jeque en la cara que eso está mal, queda feo. ¡Ay, esos silencios! Todo por la pasta. Es lo que hay.