Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Mundial

16/10/2023

En uno de esos deliciosos artículos suyos en los que el deporte se entreteje con la vida misma, Enrique Ballester solicita a todos los niños y las niñas del mundo que no encuentran consuelo cuando su equipo ha sido eliminado en la tanda de penaltis de una semifinal, o ha bajado de categoría en el último partido del campeonato, que articulen una respuesta común contra los majaderos que les espetan que no sientan tanta pena, que al fin y al cabo el fútbol no les da de comer, ni les compra la ropa que visten para ir al colegio y hacerse personas de provecho.

A todos esos materialistas que desprecian con ridículos aires de superioridad la pureza de una pasión que a algunos nos ha acompañado toda la vida habría que recordarles, para que se queden más tranquilos, que el fútbol es también un negocio de dimensiones colosales que da de comer a muchas personas en todo el planeta, una industria capaz de movilizar 600.000 millones de euros y que se ha convertido en uno de los agentes sociales más poderosos de nuestros días. 

Burgos, sin ir más lejos, aspira a probar un pedacito de ese pastel: el club de la ciudad se ha postulado hace unos días para dar cobijo a alguna de las selecciones nacionales que competirán en el Mundial de 2030, que se celebrará en España, Portugal y Marruecos. Habrán de salvarse algunos pequeños obstáculos para ser designados subsede del torneo, como la exigencia de disponer de tres hoteles de cinco estrellas y contar con un aeropuerto de pasajeros a menos de 40 kilómetros de una sede principal (ni para esto ha de servirnos Villafría, ya es desgracia), pero en general cunde la confianza de que la FIFA, que al fin y al cabo tampoco se mostró severa en exceso con la violación de los derechos humanos en Qatar, rebaje las exigencias para que podamos desempeñar un papel segundón en la Copa del Mundo.

Expertos habrá que ya estén calculando con precisión el impacto económico que el Mundial puede suponer para nuestro suelo bendito; mas uno, romántico sin remedio, prefiere imaginar la cara que pondrán sus nietos cuando vean pasear a Bellingham o a Moukoko por el Espolón, o sorprendan a una estrella brasileña acordándose entre tiritonas del listo que le aseguró que en España no se podía parar de calor durante el mes de julio.