Martín García Barbadillo

Jueves sí, jueves no

Martín García Barbadillo


Patrimonio industrial

06/06/2022

Este periódico se hacía eco de un estudio publicado por el profesor de la UBU Gonzalo Andrés que viene a decir que esta es una ciudad industrial sin patrimonio industrial. Prácticamente todas las fábricas y similares que existieron en algún momento y ya no están en funcionamiento han desaparecido. El progreso, pensarán algunos, aunque por otras latitudes opinan lo contrario.

En la información, Andrés recordaba que el 40% de este municipio es suelo industrial; casi la mitad de todo son fábricas. Además, ocupamos la posición 35 en número de habitantes a nivel nacional pero somos el décimo centro productivo. En resumen, somos una ciudad de fabriqueros, como lo fueron Liverpool o Manchester en Inglaterra, pero hay una diferencia. Aquí parece que nos avergonzamos o pasamos del tema mientras que en todos esos lugares la huella permanece y muchos edificios industriales de glorioso ladrillo oscuro están más vivos que nunca con nuevos usos como espectaculares centros sociales o culturales o, con mala suerte, comerciales.

Aquí en cambio, como contaba Andrés, solo entre 1993 y 2012 desaparecieron 23 «enseñas industriales significativas» y en sus solares se levantaron 7.200 viviendas. Muy goloso todo como para conservar unas fábricas viejas, ¡que entre la piqueta! Además, estas construcciones son demasiado modernas como para que el común (ramplón) de los responsables políticos piense por un momento que son merecedores de algún tipo de protección; estamos en un lugar que se deja caer, sin pestañear, las iglesias románicas. De hecho, no se sabía ni cuáles eran estas construcciones en Burgos. El trabajo de Andrés los ha inventariado y ha encontrado 34 bienes del patrimonio industrial supervivientes del naufragio. Incluye maravillas como la fábrica de Naipes Fournier en ladrillo y piedra, en la calle Soria; el edifico de viviendas de Plastimetal en la avenida del Cid con su aire a Gotham; el IES Enrique Flórez y ese toque francés; la fabulosa gasolinera de la Telefónica, ignoradísima y medio tapada por carteles y, por supuesto, el favorito de este rincón: el Silo de Capiscol. Y lo es porque está ahí plantado, enorme, brutal, esperando a que a alguien se le encienda la bombilla, aunque sea de rebote, y lo transforme en el edificio más importante de Gamonal, en un faro en todos los sentidos. Está pidiendo fiesta, pero por aquí eso va a ser mucho pedir. Salud y alegría.