Si hay algo que, en general, nos cuesta a los humanos es el cambio. Hay ocasiones en que uno tiene la certeza de que debe hacerlo pero sigue en su inercia, se resiste a lo que ahora llaman 'salir de la zona de confort'; da igual que la misma sea poco o nada confortable. Lo cierto es que, en unos casos, da mucha pereza transitar el proceso que ello requiere y, en otros, mucho miedo la posibilidad de salir de la sartén para caer en las brasas. O ambas cosas a la vez.
Quizá haya algo de esto detrás de la demora de los concesionarios de los puestos del Mercado Norte en pasar a la nueva instalación provisional de la Plaza de España que ya por fin se ha puesto en marcha, después de un año de finalizadas las obras y de aplazar la inauguración inicial, prevista para mediados del mes de julio. El caso es que después de salvar la inactividad veraniega de las empresas instaladoras y de un intenso sprint final la operación ha terminado y el resultado es notable. El edificio, luminoso, moderno, a pie de calle, accesible, con su actividad a la vista de quienes transitan por la zona a través de las grandes cristaleras, invita a entrar y comprar. Justo al contrario de lo que sucedía en las antiguas instalaciones.
Tras la exitosa inauguración llega el periodo de adaptación, el de los vecinos a los cambios que la descarga de mercancías ha impuesto en el tráfico y en el transporte urbano y el de los comerciantes a sus nuevos y más reducidos espacios que habrá que ver si se acomodan o no a grandes afluencias de público. En cualquier caso, es sin duda un cambio a mejor para todos y una buena oportunidad para la recuperación del comercio tradicional.
Cuestión más difícil es despejar la incógnita de la provisionalidad. Lo deseable es que se confirmen las buenas sensaciones de los primeros días porque parece evidente que los puestos estarán aquí una larga temporada, teniendo en cuenta que solo existe la certeza de que el viejo edificio se demolerá en unos meses. Nada hay claro sobre su reconstrucción, el modelo de gestión que se va a escoger ni se conocen empresas privadas interesadas en su explotación y financiación, lo que a estas alturas hace pensar que quizá lo provisional se convierta en definitivo.