Caminando por la vida, en ocasiones, uno se cruza en el camino con personas especiales que le ayudan a cambiar el enfoque con el que la percibe. En mi caso lleva el nombre de José Luis Ruiz Bujedo, al que he tenido la suerte de conocer en su último mes de vida, siento que no haya sido antes. Un José Luis cualquiera, como él se definía. Una persona aparentemente sencilla que atravesó, desde muy joven, muchas e importantes adversidades que trastocaron su salud física. A la mayoría nos hubieran hundido, a él no le impidieron seguir disfrutando plenamente, además de servirle para crecer enormemente como persona. Aún más, con la grandeza y la generosidad de quien es capaz de poner su experiencia al servicio de los demás, trabajando activamente en organizaciones como Proyecto Hombre y el Comité Antisida de Burgos.
En una sociedad en la que la muerte sigue siendo tabú y para la mayoría sinónimo de pena y dolor, es imposible sentir indiferencia y no reflexionar ante la sonrisa y la actitud serena de quien la enfrenta consciente pero poniendo en el centro la celebración de la vida y la convicción de que somos energía que se transforma y perdura. Nunca había asistido a un entierro tan extraordinario, triste por la despedida pero alegre a la vez y con quien se ha ido tan presente, donde el sentimiento predominante era la celebración de la vida plena que fue y el deseo expreso de que así sea también para los que allí nos congregamos. La rusca, no dudes de que releeré con otros ojos La Sonrisa Etrusca, te dio el tiempo para organizar y despedirte de todos. Maravilloso que fueran tantos los que pasaron por La Encina a decirte adiós y que lo hicieran con tanto cariño, lo que no hace más que confirmar que tarde o temprano uno recoge lo que siembra, en este caso mucho y muy bueno
Vaya desde aquí este homenaje para un José Luis cualquiera quien ha sido en realidad un hombre sabio, inspirador y extraordinario que vibraba en una frecuencia especial cuya energía vive y perdurará en los muchos que le han conocido y querido. Nos vemos.