Ya pueden opinar nuestras señoras abuelas lo que juzguen más oportuno, pero la triste realidad es que no todos, ni mucho menos, hemos sido depositados en este mundo dotados de unas entendederas tan esclarecidas como para llegar a convertirnos un día en neurocirujanos, o en ingenieros aeroespaciales, o en traductores de Maiakovski. La mayoría de nosotros somos unos tipos bien vulgares que nunca habremos de alquilar un frac para recoger un premio de alto copete en Estocolmo, y bastante tenemos con ir sobreviviendo en ocupaciones más o menos dignas sin hacer demasiado el ridículo.
El talento, admitámoslo, constituye un don ciertamente escaso en nuestra sociedad, y escurridizo como una anguila: se fuga como un escapista de las empresas privadas, que se lamentan de que los jóvenes más avispados prefieran superar unas oposiciones para echarse en los confortables brazos de la función pública, y en general de territorios tan languidecientes como el nuestro, donde se vierten muchas lágrimas por todos esos cerebros sobresalientes que se marchan a otras latitudes para anegar con sus neuronas los despachos de algunas capitales de tronío.
Instituciones como el Ayuntamiento de Burgos y la Junta de Castilla y León se devanan la sesera para dar con medidas que logren retener el talento en casita, por lo común sin resultado alguno, así que queremos destacar hoy aquí la audacia de Aguas de Burgos, empresa municipal que ha resuelto dejarse de lamentaciones que no conducen a ningún lado y acudir a esas grandes ciudades que tradicionalmente se han llevado a nuestros mejores muchachos para arrebatarles profesionales cualificados que hagan de la nuestra una tierra más próspera y boyante.
Así, en las bases para designar a uno de sus mandamases, Aguas ha decidido evaluar como mérito preeminente la experiencia profesional de los candidatos en poblaciones mayores de 250.000 habitantes, apuntando a Bilbao, a Valladolid e incluso a Madrid, el auténtico corazón de la bestia. Hay quien entiende que tal criterio penaliza a quienes, fieles a nuestra ciudad, llevan años desempeñando su trabajo en Burgos y aspiran legítimamente a progresar aquí; pero, en fin, ya se nos ocurrirá algo para retenerlos, porque si algo han demostrado los responsables de Aguas es que en algunos asuntos les sobra talento para dar y, sobre todo, para tomar.