La lectura implica mucho más que leer para quien abraza un nuevo libro. Conlleva toda una ceremonia que se inicia en esos seductores lugares que son las librerías. ¿No les parece fascinante que las paredes de Luz y Vida, Santiago Rodríguez, Bosque de Letras o la Librería del Espolón, entre otras tantas, cobijen miles de historias por descubrir? ¿Cuántas vidas necesito para poder devorarlas todas?
Hace unos días, en una fresquísima mañana burgalesa, me colé en uno de estos templos de la literatura buscando cobijo de la neblina y de la vida. Los primeros espadas de la pluma me recibieron, pero dediqué un ratito a pasear entre los estantes y dejar que fuera una nueva historia la que me encontrara a mí. Y así llegué hasta el fondo, donde una novela me llamó la atención: Las cinco vidas del traductor Miranda. Tenía un formato diferente, menos de 350 páginas (349 para ser exactos, justo en el límite de mis lecturas por placer) y aguardaba en un rincón como un gorrión esperando la corriente perfecta para alzar el vuelo. Firmada por Fernando Parra Nogueras, me gustó también la ilustración de la portada. El misterio sobre el traductor de la polémica novela de Rushdie, apuntaba la misma. No, pensé, si ya aprendí yo con Bridget Jones que hay que estar preparada para poder hablar de Salman Rushdie en cualquier ocasión… A lo mío. Me pareció apasionante que fabulara la vida del traductor de los Los versos satánicos, más aún tras el ataque de este verano a su autor, tantos años después de la fetua del ayatolá Jomeini. Definitivamente, aquella historia y yo nos habíamos encontrado.
Luego descubrí que Parra Nogueras es un profesor de literatura por cuyas venas corre la escritura y al que le encantan palabras como sortilegio o incólume. Un «genio tímido», dicen algunos, preocupado por la identidad y la culpa, que tiene en su haber otras dos novelas, Persianas y El antropoide. Y supe también que no sabe vivir sin estar inmerso en un proceso creativo.
Me gustó que se refiriera como «circuito de resistencia» a esos canales por los que fluyen decenas de escritores que no forman parte de las potentísimas editoriales que copan el mercado. Y por eso saboreé más todavía haber dedicado ese ratito de una mañana a buscar algo que fuera más allá de lo que la inercia me ofrecía.
El traductor Miranda me está esperando entre otros tantos libros. Espero volver a tener un flechazo con él estos días y disfrutar de unas horas de evasión, té y una historia inolvidable. Feliz Navidad.