Hace apenas unos días la luz se apagó en Cuba. Un gran apagón del que quizás ya ni se acuerden dejó a la isla sumida en la absoluta oscuridad durante cuatro días. Todavía hoy, según las escasas noticias -casi siempre oficialistas- que llegan de La Habana, el 33 por ciento del país seguirá teniendo cortes intermitentes debido a una escasez energética ya endémica. Nada nuevo para los cubanos. Para ellos la oscuridad de sus días viene de tan atrás que quizá no puedan recordar cuándo empezó; sobre todo esas generaciones de jóvenes que han crecido con los ecos de una Revolución que ni entienden ni comparten mientras ven cómo el resto del mundo avanza a una velocidad que se les niega.
Imaginen que un día cualquiera de sus vidas están paseando, haciendo la cena, trabajando, asistiendo a un concierto, conduciendo su coche y, sin previo aviso, se hace la más absoluta negrura. Algo así noveló José Saramago cuando en su Ensayo sobre la ceguera abría la puerta a una distopía en la que el ser humano queda suspendido en una especie de ceguera blanca a merced de las decisiones de un Gobierno opresivo que no duda en disparar al que se sale de la pauta. Pues así, suspendidos en el tiempo y obligados a sobrevivir en una suerte de ceguera, Cuba transita el siglo XXI subyugada por un enemigo intangible, que parece ser la única explicación oficial para una crisis interna tan compleja como devastadora para los cubanos.
Con la esperanza perdida en su país, millones de ciudadanos miran más allá del horizonte de ese mar Caribe que les ahoga y ponen sus ojos en su particular Dorado. La tediosa ley de nietos en España o el lento parole humanitario de EEUU son dos clavos ardiendo -pero legales- a los que se aferran miles de cubanos a la espera de un email que les confirme que ellos también podrán tener una vida mejor.
A una semana de las elecciones norteamericanas, nada se habla de la posición de los candidatos respecto al desbloqueo de Cuba. Poco se puede esperar de Kamala Harris a tenor de la herencia que le deja Joe Biden. Menos aún de Donald Trump y su cruzada antimigratoria. Un oscuro panorama para una isla que languidece ante la ceguera internacional.