Hace unos días el músico burgalés David Send regresó a los escenarios locales después de unos meses tocado de las cuerdas vocales. Se rodeó en el escenario de sus incondicionales y llenó La Rúa de otros tantos fans, familiares, amigos y melómanos con ganas de verle rasgar las cuerdas de su guitarra. Porque cuando él coge la guitarra todo parece fácil.
Vaya por delante que no conozco a David mucho más allá de seguirle en redes sociales, pero sí me gusta la música y también me gustan las personas con pasión y David hace música con pasión. Es un «poeta de callejón» que vete tú a saber en qué cruce de caminos pudo vender su alma al diablo consciente de «qué difícil es ver tu sueño amanecer». Precisamente, con Cruce de caminos arrancó su concierto y mi cicerone me susurró al oído el nombre de Robert Johnson. Pensé entonces en cuántos artistas (o no necesariamente) serían capaces de vender su alma al diablo, como dice la leyenda de Johnson, por tocar la guitarra como nadie antes lo haya hecho. Porque cuenta el mito que el mismísimo Belcebú se erigió en maestro del músico americano, que pasó de ser un guitarrista banal a convertirse en el rey del blues tras un sórdido negocio en un cruce de caminos: el alma de Johnson a cambio del talento.
Tras una complicada vida de penurias y excesos, mujeres y mucho bourbon, el bluesman se convirtió en un espíritu errante que iba en busca de su padre, aunque lo que halló en tal periplo fue su propia metamorfosis. Cuando regresó de aquella catarsis nadie podía creer su transformación. Y surgió la leyenda. Al parecer, fue en el cruce de las autopistas 49 y 61 en Clarksdale, Mississippi, donde una medianoche un hombre vestido de negro cogió la guitarra de Johnson y la afinó a cambio de un módico precio...
David Send también vende su alma al diablo para prosperar, como dice en su canción. Quizá haya estado en la confluencia de la 49 con la 61 o tal vez sea un luchador, un soñador, un artista que va saltando barreras buscando su sitio. Y, ante todo, un amante de la música que no se rendirá. «Seré fuerte otra vez, nunca pararé».