María Albilla

Plaza Mayor

María Albilla


John y Yoko

28/11/2024

No les voy a ocultar que llevo unos cuantos días algo desconectada del mundanal ruido, de las guerras y la corrupción, de la política y los egos. Y en el aterrizaje forzoso una de las primeras imágenes que me ha llamado la atención ha sido la de los reyes Felipe VI y Letizia bajo la óptica de la mítica fotógrafa Annie Leibovitz. Es cierto, el díptico me ha gustado. Con toda su pompa y el boato del Salón Gasparini del Palacio Real, él vestido con el uniforme de gala de capitán general del Ejército de Tierra y ella con un impecable Cristóbal Balenciaga. Qué les voy a contar yo que no hayan leído ya…

Pero cualquier momento es bueno para hacer una retrospectiva de la obra de Leibovitz. Todos tenemos en la cabeza, incluso aunque no lo sepamos, alguna de sus fotos más míticas. La de Demi Moore que fue portada de Vanity Fair en 1991 cuando estaba embarazada de siete meses, Whoopi Goldberg sumergida en una bañera llena de leche, Angelina Jolie de espaldas en el agua mostrando, entre otras cosas, sus tatuajes, una regia Isabel II sin corona… Pero para mí hay una foto que siempre será especial y no solo por la imagen en sí, sino por la historia que guarda, y es la que la artista norteamericana disparó a John Lennon con Yoko Ono apenas unas horas antes de otro disparo, el de David Chapman, que acabó con la vida del Beatle en el edificio Dakota de Nueva York. De esto se cumplirán 44 años el próximo 8 de diciembre.

Desnudo él, vestida de un premonitorio negro ella, aquella instantánea fue resultado de un momento, un instante en el que Lennon dio un beso de una manera natural e improvisada a su mujer. Aquella sesión, en la que se hicieron más fotos además de la que fue portada de la revista Rolling Stone, tuvo lugar en una de las mejores etapas de Leibovitz. Entonces, tal y como reconoce ella misma, no necesitaba mil focos ni cientos de horas delante de Photoshop. Cuatro décadas separan las imágenes de John y Yoko de las de Felipe y Letizia. Para esta última hicieron falta cinco horas de sesión y, a la vista queda, horas y horas de edición. El arte, al final, no es sino un espejo de la vida.