Fernando González Urbaneja

Cartas desde 44 leguas

Fernando González Urbaneja


Vivir como los padres

05/12/2023

Un cartel en una manifestación de jóvenes estudiantes en Francia reclamaba Vivir como nuestros padres. Una de las reivindicaciones más deprimentes, reaccionarias y preocupantes de estos tiempos. Vivir como nuestros padres nos devuelve a la edad de la piedra; si esa fuera la aspiración de las sucesivas generaciones desde que tenemos noticia de la existencia del ser humano en civilización el progreso no se hubiera producido. 

Una de las aspiraciones más elementales del ser humano es legar a sus sucesores una mundo algo mejor que el que recibieron de sus predecesores. El progreso no es constante a lo largo de la historia, existen retrocesos (guerras, devastación…) y grandes avances, con un resultado netamente positivo. Sencillamente, la experiencia de buena parte de las generaciones hoy vivas y protagonistas de la historia de las democracias representativas es de claro progreso a lo largo de la segunda parte del siglo XX. 

Es cierto que la última década y media del XXI, desde 2008, los resultados económicos y sociales de las sociedades occidentales apuntan estancamiento y confusión, pero de eso al pesimismo que muestran las encuestas más recientes hay un largo trecho. 

Una encuesta reciente del CIS apunta que una mayoría de los preguntados por cómo ven el futuro colectivo y personal a diez años responden negativamente. Intuyen más soledad, más desigualdad, más egoísmo; esperan más delitos, más racismo, peores trabajos, y problemas medioambientales sin resolver. En resumen, pesimismo creciente. Que se justifica por una valoración de las instituciones públicas entre las más bajas de la historia demoscópica. Puntúan por debajo del aprobado el Parlamento, los medios de comunicación, los políticos, los sindicatos, los partidos. Y apenas superan el aprobado la Justicia, la Corona, las fuerzas de seguridad y el ejército, y las ONG; aunque buena parte de los aprobados con tendencia a la baja.

Hay una cierta pose de pesimismo, una 'elegancia intelectual' de ver la botella medio llena. Pero con razones suficientes que justifican ese pesimismo. Si los jóvenes quieren vivir como sus padres… apañados vamos.