Los últimos datos sobre demografía publicados por el Instituto Nacional de Estadística indican más de lo de casi siempre: que los burgaleses somos más viejos que el año anterior (la edad media en esta provincia es de 47,24 años), que continuamos con una tasa de natalidad en caída libre (nunca antes como ahora habían nacido tan pocos bebés) y que este territorio está habitado por el doble de personas de más de 64 años que de menos de 16.
Alegrémonos, no obstante, de ellos, porque los del año próximo serán aún peores y, los del siguiente, todavía más. Desde que en la década de los sesenta y setenta nuestros padres y abuelos decidieran abandonar la tierra sagrada que los vio nacer en busca de oportunidades y prosperidad, los burgaleses emprendimos un viaje hacia nuevo suelo bendito que aún no ha terminado. Y no lo ha hecho porque las políticas puestas en marcha para fomentar la natalidad, frenar el éxodo juvenil y retener e importar talento han sido pocas, poco ambiciosas y poco imaginativas, o, lo que es lo mismo, de baja o ninguna intensidad y con cero resultados.
Resolver el problema del envejecimiento poblacional debería constituir una premisa que, de forma transversal, atravesara todas las políticas locales y autonómicas, mediante una estrategia sólida, diseñada para aplicarse a corto, medio y largo plazo en todos los ámbitos, desde el fiscal hasta el social.
Decisiones como la adoptada recientemente por el Gobierno de Portugal para rejuvenecer su población y evitar la fuga de jóvenes a otros países referida a la exención fiscal a menores de 35 años, o ayudas mensuales económicas atractivas por hijo hasta más allá de su mayoría de edad, como hace Alemania, son algunos de los ejemplos que hay a nuestro alrededor para mejorar sus tasas de natalidad, tasas que, por otra parte, están en mejor posición que las de Burgos, Castilla y León y España.
Recordar a los responsables políticos que además de gobernar para el presente deben hacerlo también para el futuro es una cuestión vital en casos como el de Burgos, territorio que corre el riesgo de pasar del segundo al quinto pino, perdón quería decir plano, si no logramos darle la vuelta al marcador en materia de natalidad y despoblación.