El argumento de los dirigentes de Vox que vincula emigración a violencia, delincuencia y violaciones es un disparate miserable que no resiste la más mínima verificación. Y ellos lo saben. Pero les va bien para armar un discurso victimista, simplista, mendaz, inhumano y, quizá rentable electoralmente para captar algunos votos irredentos.
Buena parte de la ciudadanía goza de experiencias vitales sobre la emigración española a Europa y América de décadas atrás, y sabe bien lo que el progreso de la sociedad española debe a aquella aventura de españoles decididos a mejorar su futuro. Fuimos una sociedad de emigrantes y conocemos sus resultados. Aquellos españoles contribuyeron al progreso de sus países de acogida y del propio.
Buena parte de la ciudadanía goza también de experiencias próximas sobre el desempeño de millones de emigrantes (hasta siete) que a lo largo de lo que va de siglo XXI se han incorporado al sistema laboral y social español en la hostelería, en los servicios personales, en la atención a mayores y en no pocos puestos cualificados en la sanidad, en la abogacía, en el periodismo…
Experiencias, en su abrumadora mayoría satisfactorias.
El presidente de la Caixa señalaba hace pocos días que un tercio del crecimiento del PIB español de los últimos años se debe a la aportación de emigrantes. Y el ministro de Economía reconocía este fin de semana que la mitad de los nuevos puestos de trabajo están cubiertos por personas nacidas en otros países que han encontrado su futuro en España.
Son datos concluyentes que pulverizan el discurso de los dirigentes de Vox y permiten calificarlo de infundado, demagógico, mentiroso y oportunista. Es cierto que existe delincuencia entre personas de otras nacionalidades; también de la nuestra. También es cierto que la gestión de las migraciones es un problema mundial que nadie ha conseguido resolver. Un problema que exige remangarse, entrar en los detalles, reclamar cooperación social de Iglesia y otras organizaciones. Lo que es inmoral es centrar el debate en lo superficial de un debate político de bajo vuelo e inútil, un debate que no resuelve nada.