A veces tanto y otras tan poco, meditaba uno este fin de semana mientras se le amontonaban sin remedio las pasiones, en la Feria del Libro unas, las literarias, y otras, las deportivas, en los campos y canchas donde los equipos burgaleses se han visto envueltos en una inusitada torrentera de emociones desatadas, desde las orgullosas haches del terreno de rugby hasta el tapete de los campos de fútbol y el parqué de las pistas de baloncesto y de balonmano.
En tanto asistíamos con el ánimo suspendido a esta insólita primavera deportiva burgalesa, los libros ya habían conquistado la Plaza Mayor, desde donde nos brindan otras muchas historias, también tejidas con los hilos de la epopeya, y de la ambición, y de la gloria, y del fracaso, y nos permiten trasladarnos a otros tiempos, viajar a otros lugares, vivir otras vidas. Para no salirnos de ambiente, uno puede husmear entre los puestos en busca de El factor humano, de John Carlin, y asombrarse del genio político de Nelson Mandela, que intuyó en el rugby el resorte que permitiría unir un país dividido; Kolia, de nuestro paisano Leandro Pérez, que le hará meterse en la piel de un chaval de catorce años que sueña con jugar en la NBA; o, si no quiere renunciar al suspense generado por nuestros equipos de baloncesto, cualquier novela de la serie negra de Harlan Coben protagonizada por Myron Bolitar, exjugador y representante de estrellas estadounidenses de la canasta que en su tiempo libre se dedica a resolver intrincados crímenes. Los más futboleros se solazarán a buen seguro con Unico grande amore, en el que Toni Padilla retrata la compleja alma italiana en un viaje adornado por la gastronomía, la Historia y una deliciosa erudición balompédica. Y, si dispone de un ratito esta tarde, uno no se perdería la presentación de Urtain, de Felipe de Luis Manero, formidable retrato de un boxeador que puso España patas arriba en los años 70 y que firmó en Burgos uno de los últimos capítulos de su dramática vida.
Pero, si me acepta un consejo, no se deje contagiar en exceso del enloquecido ritmo de la competición, no vaya a ser que haya de precisar una pastilla de nitroglicerina, y tómese la vida, el deporte y la literatura partido a partido, que es como mejor saben las cosas.