El otro día, con motivo de la muerte de David Lynch, el crítico cinematográfico Carlos Boyero comenzaba su alegato contra la trayectoria del director canadiense ironizando sobre la costumbre de publicar esquelas que los periódicos regionales todavía mantienen. Todos aquellos a los que nos gusta el cine disfrutamos con las ocurrentes y valientes opiniones de este analista. Quizá sea por su manera de rechazar, unas veces con humor y cierta melancolía socarrona y otras con descarnada crueldad, la mayoría de las novedosas propuestas narrativas y estilísticas que la Intelectualidad y la Modernidad -ambas con mayúsculas- acogen con los brazos abiertos.
Sin embargo, Boyero, que ha entrado ya en la categoría de 'personaje', debería plantearse que la vida -y la muerte-, al igual que una película, tienen unos planteamientos diferentes según el lugar donde se desarrollen. En una ciudad 'de provincias', como dicen en la capital de España, existe una afabilidad y cordialidad que permite que, lejos de la deshumanización que impera en las grandes urbes, muchos de sus habitantes se conozcan y sigan manteniendo cierta relación, aunque la vida nos haga discurrir por caminos distantes. Y esas esquelas en una ciudad de unos 180.000 habitantes, que no es tan pequeña para que las noticias 'vuelen' ni tan grande para que el olvido disperse lazos que un día se cruzaron, tiene una doble función: comunicar a todos los que conocieron a esa persona que ya no estará más entre nosotros e informar la hora de su funeral para los que quieran dar ese último adiós. Ya sabemos que la tendencia actual es el distanciamiento ante cualquier tipo de vínculo que demuestre simpatía o afecto, que lo normal es no conocer a los vecinos con los que convivimos y, si es posible, hasta evitar compartir con ellos el ascensor, pero hubo un tiempo en que la vida no era así. Respetemos a los que mantienen sus normas de conducta, sus tradiciones y sus creencias. De esta forma también se desprecia la superficial y vacía modernidad, concretamente esa que nos condena al anonimato.