Es verano en la noche burgalesa. Por una vez, el viento que se suele levantar a estas horas hoy permanece quieto, calmado, dormido... Acabo de compartir con los amigos conversación y sonrisas en una terraza sin tener que salir huyendo por el incómodo aire fresco.
Vuelvo a casa ya, a eso de las once de la noche; mañana el despertador romperá temprano mi sueño. Recorro las calles oscuras y tranquilas de mi barrio y paso por los mismos lugares en los que transcurrió mi niñez, en los que se despertó mi adolescencia, en los que disfruté de mi juventud. Respiro con calma ese ambiente que me llena de sentimientos y me viene a la mente el sonido de la trompeta de Louis Armstrong junto a la voz de Ella Fitzgerald interpretando Summertime, la canción universal de George Gershwin que para mí es como el 'villancico' del verano. Pertenece a la ópera Porgy and Bess y se trata de una 'nana' protectora que una madre de color canta a su pequeño en un suburbio norteamericano de principios de los años 30. La maravillosa y triste melodía y su simple pero profunda letra hace surgir en mí el verdadero sentido de la tranquilidad nocturna del estío: Es verano y la vida es fácil, los peces están saltando y el algodón está alto, tu papá es rico y tu mamá es guapa, así que calla pequeño bebé, no llores…
Mi paseo prosigue por las conocidas calles, veo los cambios que se han producido en ellas a lo largo de los años y siento ausencias que siempre estarán conmigo allá donde yo vaya. Los recuerdos me invaden con suavidad y vuelve esa canción, dedicada al pequeño bebé, que me llena de emoción: Una de esas mañanas, te vas a levantar cantando. Entonces desplegarás tus alas y te adueñarás del cielo. Pero hasta mañana, no hay nada que te pueda dañar. Sí, con papá y mamá estando a tu lado. No llores…
En estas noches tan poco propicias para el sueño, les invito a que se dejen mecer bajo un manto de protección entre la sana nostalgia y la evocación de tiempos felices escuchando este himno de verano.