Tengo en un cajón debajo de la cama mi colección particular de recuerdos: mis orlas de la carrera, cartas recibidas y esos periódicos que guardo porque tengo una nostalgia romanticona que mi alergia al polvo no consigue frenar.
Mi madre también tiene un archivo parecido: la boda de sus majestades, el 11-M o la presentación del Euro (el día que Rato fue a su colegio) son algunas de sus joyas. Yo, con una hemeroteca mucho más humilde, leo un titular cada vez que abro el cajón: El Gobierno declara el Estado de Alarma durante 15 días. Hoy esas hojas cumplen cuatro años.
Ayer reparé en un detalle del que no me había dado cuenta desde que ese último día que pisé la calle en libertad en tres meses. En la esquina inferior derecha, de morado, había un anuncio horroroso que actuó como premonición: ¡Que nada te pare! La formación online es tu mejor opción. Poco sabíamos entonces que viviría la mitad de mi vida universitaria a través de una pantalla, que soplaríamos velas por videollamada o que sería la única forma de despedirnos de aquellos a los que nos separaba una provincia.
Fui de la primera promoción de universitarios salidos de la pandemia, mi trabajo de fin de Grado de Periodismo versa sobre la covid y la primera conexión en directo que hice como profesional fue para explicar desde Italia cómo en cada establecimiento público o privado de Roma nos escaneaban un código en el móvil para comprobar si estábamos vacunados. Me despedí de mi abuelo a través de una columna del Diario de Burgos porque no podría cruzar de comunidad autónoma, viví su entierro en la soledad de las normas y la última vez que le vi fue a través de un cristal con una distancia que sería de todo, menos social. Todo por un virus que cambió nuestras vidas hace cuatro años.
También aprendí a parar, a cambiar la perspectiva hacia qué es importante, y a convivir conmigo misma después de ser abadesa del santuario personal y solitario que se convirtió una casa por la que antes ni pasaba. Desarrollé una voz interna, retomé el placer de la lectura y me encerré en la soledad. Hoy, de todo eso, se cumplen cuatro años.