En la ciudad de Burgos hay más de 87.000 mayores de 65 años y menos de 47.000 menores de dieciséis, también 13.500 nacidos en el extranjero. Entre este 7.5% de foráneos están el profesor nativo de la academia de inglés de sus hijos, los guías que enseñan nuestra ciudad en otros idiomas o aquellos académicos que han llegado para estudiar la joya de nuestra Catedral. También ese turista que se enamoró de nuestro gótico (o de una burgalesa), el jornalero que llegó de Rumanía o la mujer que cuida de sus padres en casa. Además de ellos, que son parte del motor económico y cultural de la ciudad, hay otros tantos que necesitan acogerse a la ayuda que pueden darles la sociedad civil y las administraciones públicas para mantenerse en el vagón de cola, intentar acercarse a la locomotora o no descarrilar en el objetivo vital de sobrevivir.
Cáritas ayudó el año pasado en Burgos a 10.867 personas y confirman que un 59% no eran ciudadanos de la Unión. El resto, o eran europeos o españoles, porque desgraciadamente seguro que usted también conoce a alguien que un día tenía una vida normal y al siguiente necesitaba ayuda. Este fin de semana pasado estuve en Valencia y les puedo confirmar que las colas para una comida caliente donada podrían estar sacadas de nuestro Mercado del Norte, de una chorizada o de la Carrera contra el Cáncer.
Burgos se queda sin proyecto de gobierno desde por la ruptura del viernes. Cuatro votos que ponen en riesgo la legislatura y un presupuesto anual de 250 millones de euros por 119.000 euros que irían destinados a las ONG que ayudan a foráneos, pero también a burgaleses que necesitan un salvavidas. He hecho las cuentas y la partida que ha fracturado la estabilidad del gobierno supone el 0,0476% del total y la suma de la mezquindad de querer dejar sin red a quien más lo necesita. Porque en el presupuesto vigente sí se aprobó una partida de 6,7 millones para parques y jardines, y en los últimos doce meses con datos, esos cuatro ediles han recibido más de 74.000 euros netos del Ayuntamiento.