Siguiendo los designios de su programa electoral, sacrosanto documento que los partidos políticos nunca osan incumplir (ejem, ejem), el equipo de Gobierno municipal ha sacado adelante la iniciativa de los billetes de autobús gratis total para los jubilados. Albricias.
Se trata de una estupenda noticia para todos los contribuyentes. Con mis impuestos de salario medio que no cobra nada en negro y que es, por tanto, meridianamente transparente para la Hacienda pública, regalaré autobús a gente con pensiones de 3.000 euros, dos pisos en Burgos, casa en el pueblo, apartamento en Laredo y una caja B que ríase usted de la Gürtel. Redistribución de la riqueza ahí a tope.
PP y Vox, siempre tan ufanos en sus críticas al socialismo, así en general, han implantado una medida que le iría como anillo al dedo a cualquier ciudad de Cuba o de la extinta URSS. Sin mirar la renta, sin ni siquiera tener en cuenta el empadronamiento, obsequian con el transporte público urbano a varios miles de personas sin pedir nada a cambio. Bueno, sí, su voto en las próximas elecciones, porque obviamente con ello cuentan.
Salvo los antes llamados pobres de solemnidad, no puedo imaginarme a nadie que a día de hoy en Burgos no pudiera tomar el autobús por su alto coste. El billete supone unos miserables céntimos, más barato todavía para quien acreditaba fehacientemente tener pocos ingresos. Ahí sí que había razones. Pero ahora se entrega un servicio público a cambio de nada, y solo tras considerar que todo un colectivo es pobre de solemnidad, o extremadamente tacaño, o que (como ocurre con los niños) necesita ser tutelado en sus costumbres de movilidad e incentivado hacia el uso del transporte público.
Lo gratis no se valora. No se aprecia ni apenas se agradece. Piensen en la imagen de las colas que generan los pinchos fríos de morcilla o un tazón de titos que, en condiciones normales, nadie querría. En los pañuelos de los Sampedros cuando generaban colas kilométricas hasta que se pusieron a un euro y se acabó el ansia viva.
No hay mayor injusticia que la del café para todos, y este tipo de 'mecanismos de solidaridad intergeneracional', como los llaman ahora recurriendo al eufemismo, empiezan a ser insultantes para quienes nunca pueden beneficiarse de ellos.