Mi buen y admirado amigo Javier Gómez Oña, a quien tanto debe el patrimonio artístico de nuestra provincia, está a punto de dar a conocer una de sus últimas investigaciones que versa sobre el Convento de Madres Agustinas de Santa Dorotea. El buen criterio de este culto e infatigable sacerdote le ha llevado a trasladarnos el significado y la importancia de una de las fundaciones monásticas burgalesas más desconocidas, pero no por ello menos importantes, de todo aquel notable elenco de edificios conventuales que surgieron en nuestra ciudad a lo largo de los tiempos y de los cuales muchos ya han desaparecido por desgracia.
Unido en sus orígenes hacia 1387 a la notable dama burgalesa Dorotea Fernández de Valderrama en forma de beaterio, o lugar de retiro religioso de mujeres, este convento tuvo su primer asentamiento junto a la desaparecida iglesia de Nuestra Señora la Blanca. A comienzos del siglo XV, y por impulso del obispo Pablo de Santa María, estas religiosas adoptaron la regla de las canonesas de San Agustín, instalándose a finales de esta centuria en el barrio de San Pedro y San Felices, donde, por fortuna, se mantienen. Importantes personajes como Juan de Ortega, primer obispo de Almería, favorecieron la construcción de un nuevo convento tardogótico, levantado por el entorno de los Colonia, que quedó exornado con magníficas obras artísticas como el sepulcro de este prelado que es un extraordinario ejemplo del tránsito de la estética bajomedieval a la renacentista. Sólo por ello, aunque existen muchas más razones, merece la pena la visita a este singular edificio, ejemplo de los años de esplendor de nuestra ciudad, que es además un remanso de paz en medio de la bulliciosa vida ciudadana.
Gómez Oña es partícipe de la preocupación, que a muchos nos embarga, en relación al futuro y pervivencia de estos monumentos ligados a la vida monástica y conventual que no se encuentra en situación de especial florecimiento. Sin duda, su trabajo, que pronto tendremos la oportunidad de disfrutar, servirá no sólo para dar a conocer este edificio a muchos burgaleses sino también para generar un nuevo toque de atención sobre ese otro patrimonio, el espiritual, del que son protagonistas estas comunidades religiosas a veces también sumamente desconocidas.