Existen pocas figuras tan importantes, ligadas a la interpretación organística en los últimos 50 años, como Antonio Baciero. Si Montserrat Torrent es la gran dama del órgano ibérico, Baciero es sin duda el gran caballero hispano del que algunos consideran el emperador de los instrumentos, aunque también ha tenido una brillantísima carrera como pianista. Con una amplia formación nacional e internacional, ha dedicado su vida a la difusión de lo mejor de la música hispana del Renacimiento y el Barroco. Lejos de caminar por sendas trilladas, nuestro intérprete ha indagado en esas músicas que otrora sonaron en nuestras catedrales, iglesias y palacios y que llenaron etéreamente los espacios de esos formidables edificios, hasta que quedaron sepultadas por una notable losa de olvido. Hoy, gracias a sus prodigiosas manos, estamos más cerca de vivir todo aquello que sintieron nuestros antepasados cuando de los metálicos tubos salían las potentes notas que invadían el espacio y cuando -según decía fray Luis de León refiriéndose a la música del gran compositor burgalés Francisco Salinas- el aire se serenaba y vestía de hermosura y luz no usada.
La provincia de Burgos fue el lugar de origen de dos de los más importantes músicos europeos del siglo XVI ligados al mundo del órgano: Salinas y Cabezón. Y será otro burgalés, de Aranda de Duero, nuestro Baciero, el encargado de volver a poner en el lugar que nunca debió perder el compositor renacentista de Castrillo Mota de Judíos. Junto al musicólogo británico Santiago Kastner, el gran intérprete ribereño consiguió popularizar en España la música de Cabezón cuya fama llegó a ser, en algunos momentos, más importante en muchos países europeos que en los territorios hispanos. El próximo viernes tendremos la oportunidad de reencontrarnos con el genio de Baciero frente a los órganos catedralicios. Un selecto programa que sintetiza lo mejor de la música hispana de ambos hemisferios nos trasladará a ese glorioso siglo XVI y a los fastos del barroco peninsular y virreinal. Será nuestro querido maestro quien nos volverá a regalar belleza y nos llevará a ese desmayo dichoso del que hablaba fray Luis al oír el órgano salmantino de Salinas. Gracias por todo, don Antonio, y siga por favor siendo el gran caballero español de nuestros órganos.