Martín García Barbadillo

Jueves sí, jueves no

Martín García Barbadillo


Marina

09/09/2024

Como publica hoy este periódico -ayer en la versión digital-, en las primeras horas de la mañana de este domingo se produjo un incendio en una urbanización inacabada cerca de Lerma que devoró dos casas. El lugar se llama Marina y es impactante. El nombre remite a esa España del absurdo de la burbuja que bautizaba pomposamente a sus construcciones. Las olas de esta Marina rompen frente al Punto Limpio de la comarca y al lado de una gravera que tiene una maquinaria enorme en forma de pulpo. Lo bueno es que por el otro ala hay un viñedo y desde sus ¿calles? se ve a lo lejos el skyline bonito de Lerma (palacio, muralla, colegiata).

¿Y en qué consiste? La historia de siempre; son más de cien chalets (por usar la jerga) que no se llegaron a terminar, algunos por poco, y llevan lustros ahí plantados. Curiosamente, al estar tan a desmano de casi todo, durante mucho tiempo no han sido eso que llaman vandalizados (destrozados, robados hasta el tuétano y grafiteados). Además, el lugar no está cercado, solo tiene una pequeña valla que tapa la carretera de acceso, pero andando es plenamente accesible.

Yo esto lo sé porque, quizás, lo haya visitado alguna que otra vez, no la mañana de autos, por supuesto, tengo coartada. Y he de decir que es una experiencia: no es como cuando se entra en un pueblo abandonado, en el que se siente lo que allí pasó y a los que lo vivieron. Aquí se está en una ruina que lo fue antes de ser nada más, de cumplir su función: los chopos brotan en medio del asfalto que nadie pisó, se camina por un jardín trasero que nunca acogió una barbacoa, un salón que jamás contempló una sobremesa o un dormitorio en el que nadie se amó; ni lo hará. Todo el sitio, por el que se puede entrar y salir en las casas o atravesar la plaza del final de la urbanización (donde tal vez se irían a celebrar las fiestas) es una distopía en toda regla, una locura. Pero, ya digo, fascinante, se le vuelve a uno la cabeza del revés.

Espacios así los hay a patadas por todo el país: ¿qué vamos a hacer con ellos? ¿Hasta cuándo van a estar ahí? Cuando no quede un adobe en pie en los pueblos, ¿estas heridas seguirán ahí? ¿Será lo que dejemos a los arqueólogos del futuro? Ignoro si alguien está pensando estas cosas o los responsables sueñan con que todas estas islas de ladrillo varadas en medio de la nada se reactivarán en el futuro (que igual, aquí, sucede). En cualquier caso, si de mí dependiera, yo resignificaría la urbanización Marina (como la Pirámide de los Italianos) y montaría cada año una fiesta en la plaza principal para toda la comarca, para recuperar el orden del universo y poder pensar, sin poner cara de idiota, que esos restos del naufragio tienen algún sentido cuando uno los ve desde el coche. Ni que decir tiene que habría de ser una fiesta temática: Vacaciones en el mar, por supuesto. Salud y alegría.