Acaso porque el futuro se presenta más bien poco prometedor, el mercado mira hacia el pasado para diseñar algunas de sus modernas estrategias de ventas, que apuestan por mantener vivo el gusto por lo retro. Los creadores de tendencias utilizan nuestra inclinación a la nostalgia para poner de moda algunos artículos analógicos que activan nuestras emociones con más intensidad que el último grito digital. Si hace años vivimos la recuperación de los discos de vinilo para regocijo de melómanos, y más modernamente volvieron a hacer furor aquellas máquinas Polaroid que inventaron la fotografía instantánea, ahora es el VHS, el sistema de vídeo que triunfó en el mundo hace medio siglo, el que ha sido objeto de rescate sentimental, desde su estética granulosa y su intensidad cromática, que algunos productos audiovisuales modernos pretenden emular, hasta la añoranza de los viejos videoclubes y la creciente cotización de las antiguas videocasetes de plástico.
Nadie, claro está, pretende usar de nuevo un fax o una máquina de escribir en su trabajo, y estos regresos al pasado no pasan de ser meras poses, actitudes impostadas con las que algunos se adornan con los atributos del refinamiento y del buen gusto. Así lo ha entendido el Ayuntamiento de Burgos, que anuncia a bombo y platillo la resurrección de la tertulia 'El Ciprés' -cenáculo cultural que floreció en el primer tercio del siglo XX en nuestra ciudad- después de haber retirado hace menos de dos años el apoyo económico a una Coordinadora para la Recuperación de la Memoria Histórica que intenta localizar los restos de burgaleses como el músico Antonio José, punto habitual en 'El Ciprés' y asesinado en 1936, y a una Cátedra de Memoria Histórica y Democrática de la Universidad de Burgos que lleva el nombre del promotor de aquella tertulia, el periodista Eduardo de Ontañón, que tuvo que huir de España para no correr la misma suerte. Asistimos a una jugada de marketing diseñada por unos gobernantes que combaten el conocimiento fértil de nuestro pasado pero no tienen inconveniente en frivolizar con él para su propio provecho, y que exhiben, por añadidura, una patética incapacidad para abrirse a las nuevas formulaciones de la cultura. 2031, allá vamos.