Hoy se celebra el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión, una enfermedad que puede afectar a personas de cualquier sexo, edad, raza o condición, y que ya es la primera causa mundial de discapacidad por enfermedad, un problema de salud pública global.
El núcleo de las depresiones es la tristeza patológica, pero además hay otras alteraciones psicológicas y somáticas que la convierten en una enfermedad global, que afecta a todas las funciones psíquicas, como el rendimiento, la memoria, la atención…, al funcionamiento del cuerpo, sistemas endocrino y metabólico, funciones digestivas y cardiovasculares, actividad física, sueño, sexo, alimentación, etc. Las teorías más punteras conciben la depresión como un proceso inflamatorio global, que afecta al cerebro y al cuerpo, que conlleva una disminución de la resistencia al estrés, a las exigencias físicas y a las infecciones. Por eso cuando una persona está deprimida, todo le parece fatigoso, todo le duele, y se siente incapaz de adaptarse a las exigencias de la vida. Piensa que ni su cuerpo, ni su mente, ni sus circunstancias valen para nada. Nada es la palabra clave: nada puede, nada sabe, nada le alegra, nada sirve para nada, de ahí al pesimismo y el suicidio hay un paso. No obstante, en la actualidad el diagnóstico y tratamiento de la mayoría de las depresiones es sencillo y eficaz. Los antidepresivos, pese a las críticas infundadas que reciben, son sencillos, seguros, eficaces y los puede tomar cualquier persona, y las psicoterapias, aun no estando al alcance de cualquiera, son cada vez más específicas y efectivas.
Pero, hay varias expresiones públicas de depresión que aluden a estados emocionales molestos, incómodos y que hacen sufrir, como la 'depre' o el 'bajón', que no son realmente depresiones, aunque se parezcan. Esto es relevante, porque esos estados afectivos saturan los recursos asistenciales con problemas que no son enfermedades sino circunstancias de la vida, y, por otra parte, al no tener un fundamento psicobiológico específico, los tratamientos son poco eficaces, si acaso alivian los sufrimientos, pero no resuelven los problemas de la vida que las causan. Estos se resuelven mejorando la calidad de vida de las personas, pero no con psicofármacos y psicoterapias. Estos recursos deben ser reservados para las personas que realmente los necesitan, que, desafortunadamente, son cada vez más.