Rocío Martínez

Pegada a la tierra

Rocío Martínez


El tiempo es oro

27/03/2023

Somos muchos los que crecimos con El Tiempo es Oro, con la penetrante voz de Constantino Romero colándose en los salones de nuestras casas. Un formato de televisión cultural ¡con millones de seguidores! Sigue pasando. Ahí tienen Pasapalabra, reventando audiencias y causando furor, y por cierto notable orgullo en nuestra tierra por nuestro paisano Orestes. 'La caja tonta' no lo es tanto, ya ven. 

Tengo como vívido recuerdo de mi infancia esa contrarreloj volando entre páginas de enciclopedias. ¡Qué nervios! Viendo a los concursantes, y emulándoles, con la enciclopedia que presidía la estantería de cada casa de aquella entrañable España nuestra. Bendita nostalgia. Y perdonen el guiño vintage, que no es por la decoración ochentera por donde quería tirar, sino por lo del tiempo. Hoy en día, más que oro, es un lujo, quizás el mayor del siglo XXI. Hasta para Giorgina. Sí, la novia de Cristiano. Tiene 150 bolsos, le ha regalado a 'Cris' tres coches. Pero no vayan a pensar, ella no es materialista. ¡Clarooooo! Pues hasta ella, influencer del lujo por excelencia, y con su epatante collar de diamantes deslumbrándonos desde su cuello en El Hormiguero, se congratuló, ufana, de que Cristiano por su cumpleaños le hubiera regalado «su tiempo». El bolso ya se lo comprará ella. 

Tempus fugit, el tiempo vuela. Seguramente no haya nada más precioso. Algo que puso también en valor Tamames en su pintoresca moción de censura. Con 89 años, el valor del tiempo debe ser una de las cosas que más claras se tienen. No estamos aquí para perder el tiempo, y menos con «tochos de 20 folios». Y menudo cambio, ¿eh? De Georgina a Tamames. Así es la vida, un contraste, un giro de guion permanente. 

También hay quien piensa que la propia moción en sí fue una pérdida de tiempo. Que como moción de censura la cosa fue inútil es una verdad abrumadora. Yo lo vi más como una regañina de profesor. «Ésta no es una casa para dar gritos». «Patxi, se excita demasiado», le espetó, paternalista, al portavoz del PSOE, que se sonreía asumiendo el tirón de orejas. 

Y por momentos, minutos, segundos, quizás, creí intuir que al Congreso asomaba un atisbo de templanza, que bajaban los decibelios. Aunque fuera sólo por aquello del respeto a los mayores. 

Pero como no podemos tener una moción de censura de un veterano cada semana, propongo que vayan niños a las Cortes. Quizás por condescendencia, se cortarían un poco, ¿no? A lo mejor no habría ni peinetas. Perdón, que era un «gesto involuntario». ¡Qué lapsus!