María Albilla

Plaza Mayor

María Albilla


¿Es el enemigo?

03/05/2024

Hace unos días, justo cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se dedicaba a la introspección personal y a sublimar la historia del pensamiento político durante cinco días en la intimidad de la Moncloa, fui al cine a ver Civil War (Guerra Civil). La última película de Alex Garland, que está cargadita de simbolismos, presenta un decadente Estados Unidos inmerso en un cruento conflicto interno.

Haya calma, que no voy a hacer spoilers. No quiero entrar aquí tanto en cómo se cuenta la historia y quién la protagoniza -Kirsten Dunst, Wagner Moura, Stephen McKinley Henderson y Cailee Spaeny están formidables, por cierto- sino en el trasfondo de la misma, en lo que no cuenta.

El director presenta una distopía que, al ritmo que va nuestro país, otras tantas naciones ¡y el mundo!, bien podría dejar de serlo. Washington DC se convierte en el escenario de la última batalla de una guerra que no se sabe por qué empezó, que enfrenta a dos bandos inciertos en una contienda que se desconoce cuándo surgió, pero sí deja ver que en el sustrato está la polarización de la esfera política y su proyección sobre la ciudadanía. Un escenario, lamentablemente, que a mí me resultó más familiar de lo que me gustaría reconocer.

Esa polarización llevada al extremo en la ficción es la que desayunamos todos los días en la política doméstica, que cada vez se aleja más de la gestión pública para regodearse en el más lamentable sentimentalismo. ¿Alguien se acuerda de cuándo empezó a no entender nada de lo que discuten nuestros representantes públicos? Y, lo que es peor, que no le importe nada de lo que discuten...

La clase política, da igual de qué signo, se abraza a consignas hechas a golpe de hashtag, a vacuos discursos emocionales, al o conmigo o contra mí, a la trinchera de los buenos y los malos, al nosotros todo bien, ellos todo mal… Pero todo es tan difuso como las causas de la guerra de la película de Garland.

Terminemos con un poco de humor. Seguro que se acuerdan de ese monólogo de Gila que arrancaba con un: «¿Es el enemigo?… ¿Ustedes podrían parar la guerra un momento?… ¡Que si pueden parar la guerra un momento!». Pues eso, que frenen.