Pues ya las tenemos aquí. Las blancas (aunque por estos lares no lo sean precisamente por nieve), y bulliciosas Navidades. Tiempo de recogimiento familiar y de celebraciones por excelencia, estas fechas suelen venir cargadas siempre, o casi siempre, de reencuentros, risas, momentos más o menos especiales que compartir y regalos, muchos regalos. Quizás más de los que nos merecemos en base a nuestros comportamientos y valores también, dado que las personas solemos predicar demasiadas veces con la palabra y poco o nada con los actos, pero realidades humanas al fin y al cabo que, como podrán entender, es lo que nos toca vivir.
Sin embargo, y ante toda esta mochila que ya llevamos encima, siempre podemos tratar de acogernos a lo especial y único de estas fechas para encomendarnos a nuevos proyectos, hacer propósitos de enmienda o tratar de cambiar nuestros procederes en la vida de cara al futuro más próximo; en el asunto que nos ocupa hoy, el inminente 2024.
¿Que son cuestiones y temas manidos y en ocasiones hasta genéricos? En efecto. Toda la razón para usted, querido lector. Pero no por ello, creo yo, deberíamos dejar de intentarlos o, siquiera, anhelarlos. En definitiva, que qué menos que soñar con ellos. Porque las diferencias que nos hacen especiales con respecto al resto de los seres de este bello planeta, como no podía ser de otra forma, son nuestras capacidades de soñar y decidir.
Por eso le animo, de cara a este venidero año que ya casi nos roza con los dedos, trate de perseguir sus sueños por triviales que éstos sean. Todos ellos le demostrarán que está vivo, pero también que, en esos momentos a los que vaya a enfrentarse, deberá tomar decisiones. Caminos a libre elección que le pondrán en diferentes tesituras de demostrar lo que hemos hablado líneas arriba. Y, llegados a ese punto, piense antes de decidir. Haga el bien. Quizá en un escenario más inmediato no lo vea, pero a la larga seguro que le sale rentable. Feliz Navidad y que tenga buena salida y entrada de año.