Hay individuos malos, psicópatas, pero son los menos. Existe, sin embargo, una maldad general que se cultiva, que aflora innecesaria cuando pudiendo hacer las cosas de otra manera, elige satisfactoriamente la vía del dolor a terceros. Es una maldad que se expresa en cantos y oprobios, en humillaciones y expulsiones, en políticas crueles, en degradar sin necesidad.
La maldad es un estado de conciencia. Normalmente, se es más malo con apoyo. Malo, malo, se es en grupo. Nada como el refuerzo de los demás, como la vigilancia, la competencia, el propio temor a quedarse atrás para aumentar, para elevar el tono, para exigirse uno ser más malo, para decir cosas peores, para gritar más, para delatar, para señalar, para hacer gala de odio puro. Para eso, por ejemplo, se apunta a las criaturas a las mocedades de maldad, para que se formen en gritar lemas, exhibir banderas, quemar muñecos y demás entrenamientos de ira social.
Los malólogos lo saben bien. Para mantener el estado de maldad, es muy importante generar ámbitos y signos que permeen, que hagan sentir cómoda y refugiada a la gente, reconocida, en campo propio. Por ejemplo, una raya en el suelo. A este lado, los nuestros; allá, ellos. Sin tonterías éticas. Para nosotros, todo. Para ellos, nada. Lo importante: generar un lenguaje-código que sirva de reconocimiento y marcaje, que tanto celebre su exaltación del mal, como el ninguneo de todo lo desterrado. Por eso no importa la corrupción, ni los bulos, ni las falsedades mientras nos beneficien, mientras les perjudiquen. Así se corrompe todo, se malmeten las viejas maneras, se denuncia a inocentes, se articulan campañas construyendo un mundo de falsedades repetidas una y otra vez, así se levanta Maldad DF, un espacio en el que el sentido de impunidad es tal que la distorsión de realidad conlleva que, v. gr., en cabalgatas de reyes se insulte al presidente del gobierno a pleno pulmón.
La maldad es negar al otro la condición de igual, de sentir, de ser, de padecer, amar y necesitar. La maldad es una negativa a reconocernos en el orden biológico ajeno, en la maternidad y paternidad extraña, en el hambre, frío y miedo que impiden sentir seguridad y calma. La maldad es una voluntad de ser estúpido al cegarse ante el otro y preferir crudamente su llanto, su exterminio, su expulsión, su bombardeo. La maldad es ideológica, fanática, religiosa, fundamentalista, necia.
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