Se cumple este año el 150 aniversario de la Restauración Borbónica en la figura de Alfonso XII que regresó a España en enero de 1875, para volver a ocupar el trono de sus antepasados, después de un periodo sumamente conflictivo, tras la caída de su madre Isabel II. España ardía por la Tercera Guerra Carlista y con este soberano, al que apodaron 'el pacificador', se inició una época de cierta estabilidad política, aunque con muchas fallas estructurales, que con el paso del tiempo se fue erosionando hasta acabar, de nuevo, con la caída del rey, en este caso Alfonso XIII en 1931. Justamente cien años más tarde de este primer regreso de los borbones, en 1975 tuvo lugar la segunda Restauración borbónica en la figura de don Juan Carlos, cumpliéndose justamente ahora los 50 años de tal acontecimiento. Se inició entonces un periodo que, aunque no exento de muchos problemas y dificultades, ha dado lugar a una de las etapas de paz y libertad más largas en la Historia de nuestro país. No faltan analistas que señalan que, al igual que en la primera Restauración, en la segunda y desde hace unos años se está produciendo una crisis de confianza en las estructuras institucionales que articulan nuestra nación, empezando por la propia jefatura del Estado que se ha visto desgastada en los últimos tiempos del anterior monarca, lo que el actual rey está intentando revertir.
Evidentemente, existen notables diferencias entre la situación de nuestro país en estos dos períodos históricos, pero creo que debiéramos extraer las oportunas consecuencias del análisis de las causas que llevaron a España a una terrible lucha fratricida, hace casi 90 años, de la que todavía quedan cicatrices en nuestra piel y que más que volver a enfrentarnos debieran ser recuerdo permanente de nuestros errores. A veces, me produce una notable inquietud la gran crispación que rodea la actual vida política española en la que parecen totalmente imposibles los grandes consensos de Estado, tal y como ocurrió en las postrimerías de la primera Restauración. Sin embargo, hay también algo que me tranquiliza y es que la madurez del pueblo español, fruto de un proceso de crecimiento sostenido de su formación, está muy por encima de la de aquellos compatriotas del periodo alfonsino.