Marisol y Miguel se suben de nuevo al Open Arms para dar de comer a la tripulación de este barco de ayuda humanitaria. Además de trotar por el mundo cuando tiene la oportunidad, este par de cocineros no cierra los ojos a la realidad que le rodea y se arremanga para echar una mano en una iniciativa que nació para salvar vidas en el Mediterráneo y que ahora está llevando comida a Gaza. A mí me parece encomiable, pero como ni en cuestiones de vidas humanas parece que podamos estar todos de acuerdo, seguro que hay quien le pone pegas al asunto. Ayer leía en este mismo periódico que el presidente de la patronal burgalesa citaba como enemigos de la competitividad industrial objetivos como el consumo sostenible, la energía no contaminante, la igualdad de género o la educación de calidad. Yo no veo claro que no sean compatibles todas esas cosas con un desarrollo razonable de la economía, pero igual tiene que ver con que en mi infancia gasté horitas delante de Barrio Sésamo y de la Bola de Cristal y para los que ahora demonizan la Agenda 2030 esos eran unos hippies de manual.
De aquella época también recuerdo Fama, en la que Debbie Allen les decía a los alumnos de la escuela de artes aquello de «la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar. Con sudor». Y aunque ayer el Congreso de los Diputados aprobó la Ley de Enseñanzas Artísticas, me da que el alumnado de muchas escuelas profesionales va a seguir sufriendo la incomprensión de las autoridades educativas, que van a seguir sin facilitarles desarrollar su vocación mientras continúan sus clases de ESO o BACH. No creo que haya mala fe: seguro que admiran el esfuerzo de las bailarinas que sacan adelante estos estudios y también los académicos -muchas con unas notas espectaculares- doblando jornadas, durmiendo poco, llorando bastante. Cuántas bailarinas y cuántos músicos se habrán quedado por el camino por no poder compatibilizar ambas cosas. Dice la ley que la existencia de una formación artística de calidad se presenta más que nunca como un pilar fundamental para el progreso de una sociedad creativa, innovadora y flexible, preparada para enfrentar con decisión los retos y desafíos del futuro. Ellas quieren ser aplaudidas por ser artistas, no por mártires.