Kate Middleton contó al mundo, en vídeo, que está en tratamiento oncológico, con lo que supone a todos los niveles. Y para siempre. Está claro que la gestión comunicativa del asunto fue errónea aderezada por desaciertos los días previos y que seguramente propició un desenlace no contemplado inicialmente, con la princesa hablando frente a una cámara de una cuestión tan íntima como su salud. El cuándo, el cómo decirlo, a quiénes... Demasiado delicado. Pero para Kate y su familia, que a nadie se nos olvide. ¿Justifica el hecho de ser miembro de una monarquía que tu estado de salud sea un asunto público?

Probablemente no. Y quizá la transparencia sea la mejor aliada. Porque el rumor destroza. Pero lo que resulta incontestable es que es Kate, al igual que cualquier paciente, quien debe elegir si quiere hablar de su enfermedad, cuándo, cómo y con quiénes. Y para eso, lo primero que se necesita es tiempo para asimilarlo. A ello también se refería Kate. A muchos nos ha tocado el cáncer en primera persona o tenemos a alguien allegado en una situación similar. Pedir o presionar a un paciente para que hable de su enfermedad antes de interiorizarla es una barbaridad. Muy comprensible el mensaje de la princesa. Porque detrás del enfermo está su núcleo familiar. Proteger a sus hijos de lo que puedan escuchar. Otra obsesión. Sucede en el seno de cualquier hogar.

Solo cuando asimilamos somos capaces de compartir. Creo sinceramente que hay que naturalizar el cáncer. Por muchas razones. Sin confundir, nunca, que abordarlo con cierta normalidad implique restar seriedad. Naturalizar no es trivializar, pero sí convivir desde el respeto, evitando la rumorología, huyendo de las miradas de reojo, compartiendo experiencias, acompañando, sin juzgar, sin dar lecciones y sin hablar de luchas y batallas.