Marian Peña

Observando al Mundo

Marian Peña


Al amor del microondas

09/04/2025

Vaticina el señor Roig, ya saben, el dueño de la famosa cadena de supermercados valenciana, que para el 2050 las cocinas habrán desaparecido de nuestras casas. Según afirmaba en la última presentación de la cuenta de resultados de su negocio, muy buena, por supuesto, las cocinas cada vez tienen menos importancia en los hogares. Ha detectado que su sección de comida precocinada es cada vez más rentable y parece que ya se está frotando las manos con lo que está por venir. Sin duda, que se cumpla este pronóstico sería para él una gran noticia, quizá le haría pasar del cuatro al tres o más arriba en la lista de personas más ricas de España, pero muy mala para todos los demás.

Sería una noticia pésima para la sociedad en general porque supondría la constatación del triunfo de los poderes que pretenden convertirnos en máquinas de producir y consumir sin tiempo ni energía para realizar una tarea tan básica como elegir y transformar por nosotros mismos, mejor o peor, los alimentos que nos llevamos a la boca. Seríamos también una sociedad más enferma porque perder este poder de elección nos llevaría además a renunciar a la calidad de los productos que consumimos, lo que repercutiría directamente en nuestra salud. Está más que demostrado que somos lo que comemos y la comida casera gana por goleada en todos los aspectos a los precocinados de cualquier supermercado atiborrados de colorantes, saborizantes y conservantes.

Resulta inquietante que comiencen a circular estos mensajes, sobre todo porque pueden caer en el terreno abonado de las nuevas generaciones, criadas en comedores escolares que despiden cocineros y sustituyen sus menús por otros plastificados y elaborados de forma industrial en cocinas centrales a cientos de kilómetros del centro escolar donde son consumidos. Algo que no solo ocurre en este ámbito.

Cierto es que, como espacio, la cocina ha ido perdiendo terreno en los hogares modernos para ampliar otras estancias como el salón, que actualmente es el lugar de reunión por excelencia, aunque tampoco hay que olvidar que los dos muchas veces se unen. Parece muy difícil que en un país con una cultura gastronómica como la nuestra, que hay que mantener a toda costa, podamos renunciar a reunirnos en torno a un fogón para socializar, disfrutar y compartir. No veo que eso sea posible al amor de un microondas. 

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