No sé si a usted le sucede lo mismo, pero hace ya bastante tiempo que echo en falta un poco de elegancia en el debate político. Por eso, cuando en cualquiera de los múltiples parlamentos y corporaciones que velan por la salud democrática de los territorios españoles se escucha una intervención con cierto tono constructivo y motivador, además de sorpresa me produce una ligera esperanza en que la oratoria política todavía puede elevarse sobre el chiste fácil, el zasca ingenioso y el tedioso discurso másdelomismo-másdelomismo-másdelomismo.
Por eso he decidido hacer en esta columna un poco de eco de las palabras del portavoz parlamentario del Partido Nacionalista Vasco (PNV) Aitor Esteban en su despedida del Congreso de los Diputados, dirigiéndose a los jóvenes: «Esto es mucho más que el ruido que escuchan y ven en la televisión -les dijo-. Les pido que no den la espalda a la política, se pueden hacer muchas cosas por el bien común y los animo a que lo hagan, porque en eso consiste la democracia, en mojarse».
Es probable que mantenga bastantes diferencias ideológicas con Aitor Esteban y, sin embargo, siempre me ha gustado. Es un político que ha sabido transmitir confianza, serenidad, capacidad de diálogo, sentido de Estado (pese a ser nacionalista), y muchos otros buenos valores que apenas detecto en buena parte de sus ya excompañeros de hemiciclo. Sin embargo, debo decirle que la mayoría de los ciudadanos jóvenes hace tiempo que no escuchan a los políticos, salvo a través del filtro que de ellos hacen las redes sociales, porque tantos años de ladridos les han dejado sordos para escuchar mensajes como los que él ha querido hacerles llegar desde su último discurso en el Congreso de los Diputados.
Esteban sabe, como muchos otros políticos, que el ruido que está alejando a los jóvenes del debate público es un verdadero peligro para esa democracia por la que les pide mojarse, pues entre la desafección institucional y la animadversión por los valores que encarna la democracia hay una línea muy fina. Por ello, me alegra sobremanera que tanto en este, como en su primer discurso como líder del PNV, se haya mojado de forma rotunda, poniendo a la democracia humanista por encima del propio nacionalismo que su partido defiende.