Javier Fernández Mardomingo

Cortita y al pie

Javier Fernández Mardomingo


Es de Huerta y se llama Jarocho

24/05/2024

El pueblo es de torero y el nombre también. Condiciones tiene, yo las he visto. Célebres fueron aquellas líneas de Gregorio Corrochano para hablar de Cayetano y Ronda. Cayetano el primigenio, claro. El padre de Don Antonio Ordóñez. 

Jarocho tiene eso que tienen los buenos toreros. Tiene estirpe, tiene pueblo y desde el martes, tiene a Madrid rendida a sus pies. Porque la puerta grande más ansiada del toreo se puede abrir o se puede reventar. Y como bien firmó Diego Pérez Luengo en este periódico, Jarocho la reventó. 
Madrid era un manicomio. Como con Morenito y el Frutero de Montealto nueve años ha, la plaza de toros más importante del mundo se rindió a un paisano. Y allí estaban las gentes abrazadas a las nueve y cuarto de la noche en la calle de Alcalá, con una sonrisa de oreja a oreja y masticando todavía lo que acababan de meterse al cuerpo, a la vista y al alma. 

Ríos de chavales de la escuela coincidiendo con decenas de huertaños que se dieron cita para ver al suyo. Al niño de Jarocho. Al nieto de Jarocho. Estirpe torera de la Sierra de la Demanda. Padre, abuelo, tío… y ahora él. Roberto Martín, Jarocho, torero de Burgos que no quería serlo hasta que, me contaba el otro día, no le quedó otra porque cansado de que el abuelo le echara los balones al río, cogió los trastos. 
Y qué manera tiene de cogerlos, oiga. Alguno pensará que es paisanaje. No, de verdad que no. Jarocho tiene eso que tienen los toreros buenos. Los caros. Los que entran en Madrid sin ser de Madrid pero parecen salidos del corazón de la Guindalera. Conocía esa plaza aun sin haberla pisado hasta el martes. Su padre se lo ha contado. Sus maestros también. Y el niño es alumno aplicado.

Jarocho ha entrado directo a lo más alto de los novilleros a día de hoy. A lo más alto de los que levantan ilusiones y hacen que la gente se mueva a verlos allá donde pisen. En Madrid. En la cuna del toreo. En el lugar donde todo se decide, se sigue hablando de lo que pasó el martes. Y a uno se le infla el pecho, por qué no decirlo, cuando le gritan… ¡Cómo estuvo tu paisano!

No quería servidor escribir de toros. Pero mayo es mayo y Jarocho, es Jarocho. Suele decir mi amigo Quino Monge que los chavales tienen que seguir a un torero. Al que sea. Pues bien, síganlo. Sigan al niño. Al hijo, nieto y sobrino de toreros. Burgaleses, burgalesas. Ahí va un torero de la tierra. Es de Huerta y se llama Jarocho.