Para los escépticos, siempre he creído que nadie da nada por nada ni duros a cuatro pesetas, hay negocios que no se ven por mucho que a uno se lo expliquen y me suscitan más de una duda razonable. Esto me ocurre con los derechos de emisiones de CO2. Tras presenciar cómo el innovador proyecto de almacenamiento subterráneo de dióxido de carbono de Hontomín fracasaba, a pesar de las bondades de la iniciativa, incluso económicas según los promotores, la planta sigue ahí, en la paramera como ejemplo de un estrepitoso fracaso, y cuando menos es de desear que el gran desembolso realizado haya servido para almacenar pensamiento científico porque el económico, a la vista del balance, no merece la pena hacerlo.
Tras este fiasco de gran almacenamiento lo que ahora se lleva, aunque no deja de ser una obligación para los que contaminan, es vender y comprar -hay oferta y demanda- derechos de CO2. Venden los pueblos y compran las empresas e industrias que contaminan, con un mercado que cotiza al alza y que, en la teoría, parece ser un negocio para los pequeños municipios que ahora obtienen un beneficio económico, al margen del medio ambiental del que nos aprovechamos todos, por sus bosques y reforestaciones. Y parece que puede ser un lucrativo negocio, además de especulativo porque ya hay fondos (buitres o como quieran llamarlos) que acumulan o atesoran derechos al por mayor para revenderlos. Cuando la Diputación se pone a disposición de los pueblos para 'gestionar' la venta de esos derechos que cotizan al alza, como en su día ocurría con el mercado de las criptomonedas -en el que sigo sin creer- no dejo de pensar que tal vez por una vez los pueblos tienen algo que las multinacionales anhelan para cuadrar sus números ambientales y hay que aprovecharlo.
Mientras se estabiliza el mercado de este gas, uno de los causantes del efecto invernadero, si van a dar un paseo por cualquier monte de la provincia aprovechen para soltar o emitir un poco de CO2, o todo el que lleven, porque de momento -todo se andará- no tendrán que pagar por sus emisiones como las grandes empresas e industrias que con la compra de derechos 'limpian' su imagen ambiental y de paso siguen generando…. CO2.