Las cestas de Navidad y las cenas de empresa son ya casi un anacronismo del siglo pasado, cuando quizás se pretendía 'corregir' algún salario no demasiado justo o incluso mantener un clima cordial en la relación trabajador-empresa. Los motivos eran muy diversos y, quizás por ello, aún se mantiene la tradición en algunas compañías. Los más suertudos cuentan con las dos cosas, aguinaldo en forma de cesta navideña y convite a una cena con todos los compañeros. En muchos casos, ni lo uno ni lo otro, aunque las cenas se sigan celebrando bajo la modalidad de 'pago a escote', como se ha hecho toda la vida entre las cuadrillas de amigos.

Bueno, el caso es que recuerdo aún cuando se recibía con ilusión esa caja cerrada -lo de cesta no llegué a conocerlo-, en la que había muchas botellas de vino y alcohol, dulces navideños y embutidos, además de conservas de productos típicos navideños. Mi recuerdo propio y el de mi entorno familiar y social llega algo difuso, pero aún me alcanza la memoria para visualizar aquellos 'regalos' que fueron menguando en tamaño y, muchas veces, en calidad. También es verdad que la mejora en el bienestar de la sociedad provocó que las familias ya pudieran comprar productos de la misma o superior calidad de los que llegaban en la cesta.

El caso es que, a estas alturas de siglo, quizás no tenga mucho sentido ya la entrega de un paquete con productos navideños, a pesar de que en algunos casos se quiera seguir conservando la tradición. Me parece diferente la cena de empresa, sea en la modalidad que sea, porque es un buen momento para confraternizar, eso sí siempre que haya buen ambiente laboral porque si no se convierte en un suplicio para jefes y curritos. Al final, quizás también se ha quedado obsoleto.