Es muy peligrosa y, a medida que gana en tráfico pesado, mucho más. La N-627 empeora como carretera a pasos agigantados y eso, como muy bien se contaba en estas páginas el domingo, está costando demasiadas vidas y poniendo en riesgo a todos sus usuarios. Pero, pese a todos los gravísimos males que acumula, este tramo a Aguilar de Campoo sigue ganando en transportes y en turismos, sigue siendo unas de las vías de comunicación más utilizadas para el movimiento de mercancías y viajeros hacia o desde el Cantábrico y, por lo tanto, sigue cargándose de razones para convertirse en una de las autovías más necesarias y urgentes del norte de la Península.
Me hacía esta reflexión este lunes, regresando de Cantabria y parado a la entrada de Quintana del Pino mientras un transporte especial con dirección al pueblo de las galletas se afanaba por no quedar empotrado entre casas. No es la primera vez que me topo con esta escena, incluso fui testigo de como todos los neumáticos de un tráiler se transformaron en humo en un frenazo atroz ante el inminente impacto con un camión en dirección contraria que llevaba una casa a cuestas que ocupaba demasiado. No pasó nada ni el lunes ni antes, porque tenemos mucha suerte en una pésima carretera invisible a los planes del Gobierno.
El ministro Puente ha presumido en las redes sociales de la eficacia y rapidez con la que se han ejecutado en las últimas semanas los bypass de las autovías afectadas por la DANA o los derrumbes (efectivamente, así ha sido) y parece incapaz de terminar un proyecto de unas decenas de kilómetros que transcurre sin grandes dificultades orográficas.
Y no es de recibo que sigamos confiando en los milagros.