Me ha costado un par de meses asimilarlo, pero sí, mi gran amigo Juan Vallejo se ha ido y no va a volver. No volverán sus exabruptos, su sensibilidad, sus piropos, su perseverancia, su valentía, su irreverencia, su dramatismo, sus exageraciones, su ímpetu.
Porque Vallejo era un Artista con mayúsculas, que emanaba creatividad, talento, generosidad, rebeldía, sinceridad… e incluso una pizca de locura, que tanto necesitan los más lúcidos para sobrevivir en este mundo de incoherencias. Pero sobre todo Juan era una persona que no dejaba indiferente a nadie: audaz, comprometido con su sociedad hasta la médula, adalid de los derechos humanos en general y de las causas perdidas en particular, enamorado de la República y acérrimo defensor de la Memoria Histórica. Nunca se mordió la lengua y eso le costó muchos detractores, pero también le proveyó múltiples admiradores. Juan no buscaba ser una persona amable ni accesible, aunque a los que le conocimos más de cerca nos mostró su lado más vulnerable y su gran debilidad: su familia, y en especial, su mujer, hijos y nietos.
Ateo y comunista pero místico; incorrecto, irrespetuoso y provocador aunque elegante, Juan deja a sus amigos un vacío difícil de llenar. Repleto de poesías, dibujos y pinturas, pero carente de su fuerte carácter y de su lucha permanente. Y es que a Juan no nos lo encontramos por casualidad. Juan escogía a sus enemigos, a los que maldecía sin descanso con su lenguaje rico, rebuscado y desgarrador, pero también elegía a sus compañeros de vida a conciencia, por sus convicciones y sus batallas. En mi caso, me envió un correo al Grupo Municipal Socialista hace ya 12 años a raíz de un artículo mío que vio en este mismo periódico. Y desde entonces, fuimos inseparables. A pesar de nuestras diferencias políticas, nuestra admiración y cariño mutuo siempre estuvo por encima de las circunstancias.
Eso sí, como no podía irse sin dar un portazo, para fastidiar (joder, como diría él) a sus múltiples y buscados adversarios y sacarnos una sonrisa a sus incondicionales, que a partir de ahora recordaremos en esa fecha solo a él, se ha tenido que ir… un 20 de noviembre.