Aurelio Medel

Hecho a mano

Aurelio Medel


Soberbia y pereza

14/12/2024

A la vez que se levantaba la magnífica Puerta del Sarmental de la Catedral de Burgos, en el siglo XIII, se construía la Puerta del Juicio Final de la Catedral de Tudela, una obra espectacular que narra con imágenes la visión medieval del cielo y el infierno. Es el mejor cómic en piedra sobre los pecados capitales, una manera muy instructiva de explicar el código penal de la Iglesia Católica.

Cuando uno se pone delante de estas magníficas obras, la admiración es el principal sentimiento ante una ejecución tan brillante en momentos de tantas carencias. Pero, ¿qué pensarían los ciudadanos de hace ochocientos años? Es probable que el miedo fuera la sensación dominante ante tanta perfección en un momento tan miserable.

Aquellos pecados siguen especialmente vigentes hoy y han copado la vida política hasta extremos que producen un adobe de miedo y rabia. En la última semana se han visto casos claros de afiliación a la pereza, como el de los máximos representantes del Estado. Es lo que transmiten las razones de los Reyes para rechazar la invitación a la reinauguración de Notre-Dame de París (tenían que preparar el viaje a Italia) y las del presidente del Gobierno para no acudir a Valencia al funeral por las víctimas de la dana (no era un acto de Estado); por no entrar en las de un personaje menor, como el ministro de Cultura, que prefirió el circo a París.

Quizás estas actitudes se hayan visto movidas por la mayor de las debilidades, la soberbia, que se ha convertido en el motor del momento. Si piensan en gobernantes de talla mundial como los presidentes de Estados Unidos (presente y futuro), Rusia, Francia o Israel, seguramente concluyan que el antónimo de la humildad es lo que mejor les define. A ellos pueden añadir muchos de nuestros representantes locales, empezando por Madrid, continuando por Valencia y … (rellene usted mismo).

Esta actitud desata una desgraciada reacción, el odio (antipatía y aversión hacia algo o alguien cuyo mal se desea), que puede desatar la ira, otro de los pecados capitales. Estos son los sentimientos que están dominando la política a todos los niveles. Odio al diferente, odio al otro. El único pecado capital que merece la pena es la envidia, que bien administrada produce admiración, a nuestra catedral, o incluso al contrincante.