El 11 de diciembre de 1924, Diario de Burgos publicó el primer artículo de María Teresa León. El primer artículo y lo primero que escribía, para que otros leyeran, esta figura grande de la cultura española. Aquí comenzó. Pero lo realmente bueno es que este diario volvió a publicar ese artículo el domingo pasado, cien años después. Y para los que hacemos el periódico, o al menos para mí, es un subidón, algo que en estos tiempos de prisas, obsolescencias y usar y tirar es un lujazo. Algo maravilloso de puro improbable.
Yo lo degusté de la siguiente manera: domingo por la mañana, me bajé al bar, porque mi casa no está en una urbanización ni nada por el estilo y tengo la suerte de tener un bar debajo. Mesa, café solo, sol de invierno a través del cristal y periódico, llámeme clásico, o algo peor. Y ahí empezaba: «¡Qué lejos aquella mañana la fantasía de la que trabaja junto a la ventana!...» Y mientras lo leía, exactamente en el mismo lugar en el que vio la luz un siglo antes, impreso en tinta en idénticas páginas, no podía evitar sentirme como aquella persona que hace 100 años hacía lo mismo, sostenía un ejemplar de este periódico y leía las mismas palabras que yo.
¿No le parece mágico? Es como si uno estuviera celebrando el centenario del Dry Martini tomando uno en el mismo lugar en el que se elaboró el primero, supuestamente en el Occidental Hotel de San Francisco. Como si estuviese acodado en la barra, a lo James Bond, mientras el barman agita la ginebra y el vermut en la misma coctelera que otro colega suyo lo hizo en el pasado. Ya sabe, agitar, pero no remover.
Además de un lujo es, también, la reivindicación de una personalidad central que transitó por una existencia que fue el reflejo de los anhelos, las luces y los abismos de este país en el siglo XX; una mujer que vivió valiente muchas vidas, que se adelantó a su tiempo; una mujer con un talento muchas veces en segundo plano detrás del que fue el amor de su vida, Rafael Alberti; una mujer que se fue entre la bruma del olvido. Y que, durante un tiempo, hizo todo eso en esta ciudad, en sus salones, en sus calles y, por supuesto, en las páginas de este periódico, donde escribió durante tres años y medio una treintena de piezas. Donde, pura magia, se la pudo leer el domingo pasado y donde continuará su historia este próximo domingo en otra mañana de café solo y periódico. Bueno, esta vez igual también cae un martini.
Salud y alegría.