Puede que algo se esté moviendo en nuestra sociedad, y suena a reivindicaciones legítimas que yo, al menos, recibo con agrado.
Años 60: universitarios norteamericanos se movilizaron contra la guerra de Vietnam que los más viejos del lugar recordamos, promoviendo acampadas y movilizaciones en diferentes campus que sacudieron la conciencia de la sociedad americana contribuyendo a que aquello terminara tras 20 años de conflicto.
Mayo del 68: los estudiantes franceses salieron a la calle siendo secundados por movimientos sindicales, denunciando el modelo de sociedad de consumo capitalista que ya enseñaba sus garras, el imperialismo y el autoritarismo, desencadenando la mayor huelga general vivida hasta entonces en Europa, uno de los hitos sociales más recordados del siglo pasado.
15 de mayo de 2011: el llamado movimiento de los indignados en el que participaban grupos universitarios, promovió en diferentes ciudades españolas protestas de denuncia con el fin de producir cambios en el funcionamiento de la democracia española, acuñando lemas como el de no somos marionetas en manos de políticos y banqueros. Aquello movilizó conciencias en nuestro tejido social.
Puede que todo esto suene un tanto lejano y utópico, sobre todo si analizamos los resultados: sigue habiendo guerras, el capitalismo florece y las democracias no están en su mejor momento pero, aún así, necesitamos gestos como esos que cuestionen nuestro sopor de conciencia y nos despierten para poder gritar donde haya que hacerlo que un mundo mejor es posible, que un mundo en el que un Gobierno por muy legítimo que sea no puede desencadenar una masacre impunemente matando a todo el que se pone por delante sin que se pueda detener ese genocidio, y sin que tenga consecuencias para los ejecutores de tal disparate.
Declararse insumiso ante hechos delictivos cometidos por cualquier autoridad es señal de salud social. Por eso me solidarizo con los universitarios españoles acampados en señal de protesta contra la matanza en Gaza, para que se remueva nuestra acomodada conciencia y gritemos no ante tanta brutalidad.
De monjas insumisas hablaré otro día: han osado pensar por sí mismas, algo inesperado e infrecuente.