Tengan o no consulta privada, los jefes de servicio de la sanidad pública no son los responsables del deterioro sanitario, el asunto es de más calado y afecta a otros ámbitos organizativos de la política sanitaria relacionados con nuestro modelo de sociedad.
Deliberar sobre si los jefes pueden ejercer o no consulta privada es un asunto menor, por mucho que haya a quien le parezca inadmisible que se permita: una vez más estamos colando mosquitos y tragándonos camellos, aunque quien se está tragando a la sanidad pública es el sector privado con la aquiescencia de la clase política, que en esto no hace bien sus deberes.
La atención primaria se está desmoronando, eso lo ve quien quiera mirar, o quien tenga que utilizarla, que somos todos, y la atención primaria es la viga maestra de la sanidad, por mucho que se valore y hable más de los hospitales, las urgencias hospitalarias, los trasplantes o los tratamientos punteros. Todo eso está muy bien, pero lo que ha mejorado globalmente la salud de la población a lo largo de la historia no son hechos espectaculares, sino hechos simples, como la mejora de la higiene, la cirugía sin ingreso y las vacunas, y esto sí ha tenido consecuencias espectaculares, aunque no ocupen titulares en prensa.
Y me voy a permitir ser algo heterodoxo en mi reflexión: la pandemia ha tenido efectos secundarios, digamos que filosóficos. Da la impresión que en demasiadas ocasiones, el centro de la atención sanitaria no es el paciente sino el propio médico, al que hay que cuidar y proteger. Sin duda, pero la buena medicina o gravita alrededor del paciente, o se trasforma en otra cosa que no voy a definir.
Necesitamos un plan nacional de defensa de la sanidad pública, porque el gran plan de crecimiento de la sanidad privada va viento en popa y, la sanidad privada es un modelo, sí, pero de un excelso negocio. Para eso necesitamos los impuestos, las cosas no se pagan solas y al sector sanitario público hay que darle motivos para que sus profesionales apuesten por ese sector, con consulta privada o sin ella.
Si permitimos que el capitalismo feroz parasite todo, no nos rasguemos las vestiduras. No se trata de un modelo sanitario, sino de una actitud ante la vida