Cuando llevas años trabajando en un campo determinado, las posibilidades de que ganes perspectiva sobre lo que realmente ocurre aumentan. Las normas siempre van muy por detrás de la vida real. Cuando los problemas sociales están ya aquí, las herramientas que tenemos para solucionarlos siguen siendo del siglo pasado.
Con este panorama, hay que utilizar el sentido común y buscar la grieta en el derecho por la que pasar para progresar. Nuestros magistrados lo tienen complicado, pero los letrados también. Avanzar en un campo minado es muy difícil. Así que para esta picapleitos dedicada en su mayor parte a derecho de familia, le sigue resultando en la actualidad salvaje que las crisis matrimoniales o de pareja, asuntos de carácter civil, pasen al mínimo incidente a la vía penal.
Sé que me van a matar por esto, pero les aseguro que no en todas las discusiones de pareja que acaban en el juzgado de violencia hay detrás un maltratador. En muchas ocasiones se trata de un problema de convivencia y sentimental que ha llegado a su límite. No justifico ni disculpo la violencia, nunca, pero sí creo en la capacidad humana para convertir una equivocación en una experiencia que nos mejore.
El sistema no funciona con la violencia de género, y no sé el porqué, pero sí sé que el dejar a un padre sin ver a sus hijos durante más de un año no puede ni debe ser la solución. Tampoco me parece justo que cada vez que me toca asesorar a un hombre en una crisis de pareja para tramitar su separación tenga que gastar gran parte del tiempo previniéndole para que tenga extremo cuidado y evite cualquier discusión o subida de tono, hecho casi imposible en una crisis de este tipo. Y si puede y dispone de otro inmueble, se vaya cuanto antes del domicilio familiar, para evitar denuncias que cambien desastrosamente la situación, todo ello, mientras trabajamos hasta la extenuación en la búsqueda de un mutuo acuerdo.
Estas situaciones son reales y todos tenemos alguna experiencia personal o de algún familiar, amigo o conocido. Somos humanos y nos equivocamos, pero la sociedad, ante estas equivocaciones, debe ayudar y buscar soluciones justas, no estigmatizarnos y convertirnos en el monstruo que nunca hemos sido.