Imaginen una idea bastante arriesgada, a partir de la cual un autor del ámbito audiovisual consigue desarrollar una buena tanda de capítulos y que la emitan en una cadena generalista. Luego, incluso, llega alguna plataforma que se suma al proyecto y la serie genera un fenómeno 'fan' considerable y una repercusión en redes sociales que ya les gustaría a muchos proyectos. La serie dura cuatro temporadas nada más, pero deja poso; consigue que a muchos de sus actores les reconozcan todavía por ese trabajo, que les convirtió en personajes destacados de la historia de España. Y, de pronto, alguien en otro país anuncia una serie con un argumento sospechosamente parecido, claramente inspirado en aquella pero sin pedir permisos o pagar derechos. Pues esto al Ministerio del Tiempo, le ha sucedido no una, sino dos veces. La última, hace nada, ha soliviantado a la comunidad de ministéricos y ha obligado a reaccionar a Televisión Española ante el último anuncio, el de la BBC, de que ha encargado una ficción que incluso se llama igual que la serie de Javier Olivares.
Qué mejor excusa para revisarla (al fin y al cabo han pasado ya nueve años de su estreno) y darse cuenta de que Alonso de Entrerríos puede ser uno de los personajes más interesantes y de mayor evolución que haya dado la ficción televisiva española. El soldado de los Tercios reclutado como agente del Ministerio -y que, por diversas circunstancias, se ve obligado a mudar su residencia al siglo XXI- funciona como un ejemplo perfecto de que la sociedad española ha evolucionado a la velocidad del rayo para adaptarse a cambios a los que, cuidado, algunos todavía se resisten. En lugar de caer en la caricatura, los guionistas le conceden la oportunidad de trabajar a órdenes de una mujer, tratar con personas de otras religiones y hasta conocer las ventajas del agua y el jabón. Y de aprender mucha historia de España: comprueba de primera mano cómo se las gastan la mayoría de gobernantes y le viene a la cabeza eso de qué buen vasallo si tuviera buen señor. Lo que más le espanta es enterarse de la cantidad de guerras civiles que han enfrentando a los habitantes de la península por los motivos más absurdos. No sé si le quedaría capacidad de sorpresa en 2024.