Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Caníbales

17/02/2025

Un periodista que intentaba provocarlo preguntó en cierta ocasión a Jorge Luis Borges, durante un viaje del argentino a Europa, si en su país aún quedaban caníbales. «Ya no», respondió el escritor con su sonrisa socarrona, «la semana pasada nos comimos al último». En este jocoso arte de acabar con el mal empleando sus perversos recursos han demostrado ser alumnos aventajados esos padres y madres burgaleses que han aprovechado las posibilidades que les brindan los teléfonos inteligentes, con sus aplicaciones de mensajería instantánea, para crear un movimiento cívico que pretende impedir el uso de móviles a los menores de edad.

Ni que decir tiene que no será este, ni mucho menos, el único partido que obtengan de sus celulares tan abnegados progenitores, solos o en compañía de su progenie: seguramente los empleen a diario para informarse de cómo le ha ido al equipo de sus amores, estar al tanto de los quebrantos que sufre su cuenta corriente, comunicarse con esos amigos que viven al otro lado del mundo, comprar unas entradas para ir al cine o tener noticias de su hijo adolescente cuando sale de verbena los viernes por la noche. Porque hace tiempo que en nuestra sociedad desapareció toda diferencia entre el mundo digital y el mundo real, y la tecnología contenida en un teléfono móvil se ha incorporado con toda naturalidad a todos nuestros circuitos vitales, desde el trabajo (y el estudio, claro) a las más variadas posibilidades de ocio.

Por descontado, los riesgos que conlleva ese nuevo escenario también resultan bien reales, pero intentar vetar que los jóvenes accedan a él no parece el camino más eficaz para afrontar un panorama que precisa de buenas dosis de pedagogía si se quiere fomentar el uso responsable de las pantallas, y también de firmeza legislativa para que las empresas tecnológicas y las operadoras de telefonía lleguen a establecer las barreras necesarias con las que proteger a los menores de ciertos contenidos de la red, como la pornografía o los juegos de apuestas. Pero concluir que se puede acabar con los usos inadecuados o excesivos de los teléfonos móviles a base de prohibiciones resulta de una ingenuidad tan notoria, a juicio de este articulista, como pensar que podemos saber cada detalle de lo que hacen nuestros hijos.