Hace ya unas semanas, coincidiendo con el inicio del curso, hablaba con un par de jóvenes que empezaban 2º de Bachillerato. A unos meses de tomar la primera gran decisión de su vida, qué carrera estudiar, estaban dubitativas. No sabían ni qué, ni dónde, ni para qué… Empezaban entonces los consejos básicos y directos: buscad algo que os guste, pero que os dé dinero, que hay que vivir y la cosa está muy mala. Y, si no, oposición.
La conversación derivó en las aspiraciones de sus amigos y compañeros de clase. Qué ideas tenían, qué les gustaría ser 'de mayores'. Una apuntaba a ser psicóloga o a montar un restaurante, otra a estudiar Relaciones Internacionales, que le debía sonar bien… Algún aspirante a médico, varias a enfermera. Pero yo sucumbí en una carcajada cuando me contaron que un tal Andrés aspiraba a ser presidente del Gobierno. ¡Qué les parece! ¡Qué orgullosa estará su abuela! Bueno, arrancó ahí otra batería de preguntas. ¿Y qué quiere estudiar? ¿Políticas? ¿Un doble grado de Derecho y Económicas? No, ni idea. Él solo quiere ser presidente del Gobierno. ¿Pero tiene alguna ideología? ¿Derecha? ¿Izquierda? ¿Alguna pista? ¿De qué habla con sus padres a la hora de cenar?
Andrés quiere ser presidente del Gobierno. Y punto. Él quiere decidir y mandar. Quiero intuir que es un chico carismático, un líder nato que devora los libros de filosofía y pensamiento que le ofrecen sus profesores. Quiero pensar que la educación le está aportando unos valores férreos que aderezará con el conocimiento que adquiera en el desarrollo de su etapa universitaria. Puede que Andrés llegue a hacer carrera política -habrá que decirle que con la matrícula de la 'uni' se afilie a algún partido- y se convierta en un hombre de Estado. Pero claro, qué necesidad tendrá Andrés de todo esto si en política es tendencia el 'Groucho style'. Cambiar de principios, cambiar de opinión y cambiar de programa (electoral) es lo que se lleva. Apúntalo Andrés. Por si te sirve.