Una niñera española. Fue la razón por la que el catedrático francés que acabo de escuchar en una conferencia dedicó su vida y estudio a nuestro país. Una señora de La Rioja que emigró a Francia y terminó viviendo en la casa del que posteriormente sería uno de los grandes hispanistas franceses de la actualidad. Él pisó por primera vez España siendo un niño, pero ahora cada uno de sus hijos habla perfectamente nuestra lengua, se ha formado en nuestro territorio e, incluso, alguno de ellos ha nacido aquí. Todo por una señora de La Rioja.
Una mujer inmigrante que se fue al Norte y que decidió enseñar el castellano, nuestras costumbres e historia a los pequeños que tenía a su cargo es la causante de que toda una familia (y sus futuros herederos probablemente) consagren sus días a lo que nosotros mismos desterramos.
En el Congreso de la Universidad Francisco de Vitoria en el que le escuchaba, él mismo señalaba como nuestra riojana protagonista hizo que la mezcla de culturas, tradiciones y lenguas entrara por la puerta de su casa. Le abrió la mente al mundo. La inmigrante que entró en su casa le descubrió su vocación. Fue su excusa para empezar a estudiar, conocer, admirar y juzgar todo lo bueno, malo y regular que él sí es capaz de reconocer que tenemos.
Me es imposible no emocionarme con esta historia cuando cada día usamos la inmigración como arma arrojadiza. Porque pienso en todos los burgaleses que tuvieron que dejar de leer el Diario de Burgos para leer el vasco, el navarro o de otros tantos sitios durante el éxodo rural, en cómo mi familia fue y volvió a Argentina hace un siglo, y en cómo yo misma me mudé a Roma hace unos años. En los pueblos que quedaron desiertos, y en los descendientes de los que se fueron a la ciudad y que sólo volvemos en verano. No soy capaz de entender que no nos veamos a nosotros mismos como personas que salimos de nuestra tierra buscando lo mejor para los nuestros. Y, sobre todo, cómo no entendemos ese dolor de despedirnos del terruño y saltar al vacío en los ojos de quien ahora llega a nuestra tierra.